El caso de Ana Carolina López Enríquez, joven que en el 2013 asesinara a sus padres adoptivos con ayuda de su novio y un amigo, fue presentado en el “Informe Especial Adolescente: Vulnerabilidad y Violencia” de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), para ilustrar el contexto de doscomposición y violencia que vivieron los jóvenes que han sido procesados por algún delito.
La joven, identificada bajo el seudónimo de “Yolanda”, narró a la CNDH las condiciones de abuso e inestabilidad que la orillaron a cometer este y por el cual purga una condena de 14 años y seis meses en prisión dentro Centro de Reinserción Social para Menores Infractores (Cersai).
Ana Carolina quedó huérfana al año de nacida, luego de que su padre biológico su madre biológica muriera de SIDA cuando ella nació, y fue adoptada por una pareja en la que el padre tenía 65 años y la madre 45.
La joven declaró que si bien su familia tenía buena posición económica, fue víctima de golpes, abusos sexuales y humillaciones por parte de su padre adoptivo, a quien llamaba “padrastro”, ante los cuales su madrastra siempre permaneció callada por temor.
No obstante, la adolescente manifestó sentirse arrepentida de haber orquestado el asesinato en el que participó su pareja sentimental y un amigo de éste, quienes fueron sentenciados a 37 años de cárcel.
Comentó además que una vez que fueron descubiertos, entró en un estado de shock que no le permitió asimilar la realidad ni reaccionar ante la situación que enfrentaba, por lo que recibió palabras muy duras por parte de la jueza quien la llamó psicópata porque nunca la vio llorar.
“Yo quería amor –dice Yolanda- y ellos sólo lo compraban todo con dinero, pero nunca mostraban su cariño con humildad. Nadie va a entender lo que yo aguanté muchos años; no lo hice porque sí, tuve mis motivos. Yo, desde los diez años, tenía mucho coraje contra los dos por golpes, regaños, presiones, humillaciones y la edad de ellos no ayudaba, teníamos muy mala relación. Yo sólo tenía confianza con mi pareja y un día le dije que si me ayudaba a matarlos y me dijo que sí y él le dijo a un amigo suyo que también nos ayudó. Mi novio y su amigo tenían 18 años y ahora se encuentran en la cárcel con una sentencia de 37 años”.
Ahora que se encuentra internada, Ana Carolina relató que ha recuperado su relación con su papá biológico quien la visita cada semana y la apoya. De igual manera refirió que su reclusión le ha servido para aprender nuevas cosas y para valerse por mí misma, así como para reflexionar sobre lo que hizo y llorar por sus padres adoptivos.