Desde que la exploración espacial comenzó hace unas décadas, una de las principales premisas, además de la búsqueda de inteligencia extraterrestre, ha sido el ubicar un planeta similar al nuestro. Obviamente ambas premisas van de la mano ya que si localizamos un planeta con condiciones similares al nuestro, las probabilidades de que este aloje vida inteligente son mucho mayores. Además, esta “segunda Tierra” sería un destino viable para comenzar la migración a otros rincones del universo que tanto ha ansiado la ciencia –movimiento al que tristemente se le llama la colonización del espacio–.
Proxima B es el nombre del planeta que tiene “prometedoras características”, las cuales en conjunto hacen de este el planeta más parecido, y por mucho, al nuestro. Con un tamaño ligeramente mayor a la Tierra, 1.3 veces la masa, registra una temperatura idónea para que exista agua en estado líquido; esto, aunado a otras características, hace de Proxima B el más probable escenario en el cual podamos encontrar vida similar a la que conocemos.
Ubicado en el sistema Proxima Centauri, este planeta se encuentra a unos cuatro años luz del nuestro, por lo que tendíamos que mejorar la velocidad de nuestras naves espaciales para sortear la distancia que nos separa. De hecho es el exoplaneta más cercano a la Tierra, lo que hace plenamente viable que en los próximos años podamos llegar a él. Durante los últimos seis meses se ha estado monitoreando permanentemente a Proxima B desde el European Southern Observatory (ESO) ubicado en La Silla, Chile.
Así que no te sorprenda que este planeta ocupe un rol protagónico en la agenda espacial. A fin de cuentas en un par de generaciones podríamos estar vacacionando o incluso viviendo ahí. Y si bien esto es bastante emocionante, también sería bueno sentarnos a reflexionar un poco y cuestionarnos el hecho de que si no podemos cuidar el planeta con el que hemos estado familiarizados desde hace ya unos milenios, ¿que depararía a este nuevo escenario, ajeno, cuando llegáramos a él?
Fuente: PijamaSurf