En el Centenario de nuestra Constitución Política, esta Presidencia del Tribunal Superior de Justicia celebra la importancia de tal acontecimiento y reconoce la trascendencia que tiene entre los mexicanos, hombres y mujeres, por constituir el pilar fundamental de nuestro orden jurídico nacional.
Con orgullo podemos decirle al mundo que nuestra Carta Magna de 1917 recoge los anhelos, ideales y preceptos libertarios que históricamente nos dotaron nuestros grandes próceres, como don Miguel Hidalgo y Costilla, Benito Juárez y Francisco I. Madero, entre muchos otros, que aportaron sus conocimientos y esfuerzos para construir la nación que pretendemos en justicia y prosperidad.
Es la Constitución de 1917 la primera en establecer los derechos sociales contenidos en el Artículo 123 y siguen vigentes.
En verdad hay mucho por hacer, pero en estos momentos de unidad nacional, precisamos reforzar el Estado democrático fincado en las bases de nuestros documentos básicos. A pesar de las reformas que han sufrido, poco efectivas, que les han restado claridad, encontramos aún la conservación de los principios esenciales como la división de poderes y la democracia representativa emanada de un gobierno popular.
Aun cuando los problemas que enfrenta el Estado mexicano son fundamentalmente de carácter ético, la orientación derechohumanista incorporada desde 2011, ha sido un afortunado acierto, pues desde entonces se garantiza que aquel haga efectiva, en la realidad, la protección de los derechos humanos.
Hay que reconocer que, pesar de los obstáculos, del reformismo centralizador, en nuestra Constitución hemos encontrado la columna vertebral de la unidad nacional. La mejor manera de honrarla es cumplirla y hacerla cumplir, como lo hacemos en el Poder Judicial del Estado.