La reconstrucción del clima del pasado es un asunto complejo, y mucho más si se intenta hacer con un mundo que se encuentra a más de 50 millones de kilómetros de la Tierra. Durante los últimos años, el trabajo de sondas en la órbita de Marte y sobre su superficie ha obtenido información que sugiere que en el pasado aquel planeta no fue el desierto rojizo que conocemos hoy.
Un trabajo publicado en 2015 y liderado por Gerónimo Villanueva, un ingeniero argentino de la NASA, afirmaba que hace 4.500 millones de años, nuestro planeta vecino albergó suficiente agua como para cubrirlo por completo con un mar extenso pero superficial, con una profundidad media de solo 137 metros. Aquel estudio aseguraba también que Marte fue húmedo durante unos 1.500 millones de años, mucho más tiempo del que fue necesario para que surgiera vida en la Tierra.
El robot Curiosity, que avanza lentamente sobre el planeta rojo desde 2012, nos ha enviado gran cantidad de información sobre el cráter Gale, la zona junto al ecuador donde le enviaron a explorar los científicos de la NASA. Sus imágenes y sus mediciones muestran secuencias de sedimentos que quedaron depositadas en el fondo de un lago hace 3.500 millones de años. Los minerales que contienen esos sedimentos, como barros y sulfatos, indican que la superficie de aquel cráter estuvo en contacto con agua líquida.
Estudios anteriores habían apuntado a la presencia de agua templada sobre el planeta
En diciembre del año pasado, más datos recabados por Curiosity, que por primera vez encontró boro en la ladera del Gale, proporcionaban indicios de que el agua que fluyó por aquella región pudo estar templada, con una temperatura de entre 0 y 60 grados. John Grotzinger, uno de los responsables del robot explorador, afirmaba entonces que la complejidad química detectada sobre Marte apuntaba a “una larga historia interactiva con el agua”.
Esta semana, sin embargo, un artículo publicado en la revista PNAS y elaborado a partir de datos recogidos por Curiosity en las laderas del cráter Gale cuenta una historia diferente. O, al menos, complica el relato sobre el agua marciana.
El grupo internacional de científicos analizó muestras del terreno para calcular los niveles de dióxido de carbono de la atmósfera de Marte hace 3.500 millones de años. Este gas con efecto invernadero sería esencial para hacer posible la combinación de un Sol joven y tenue con las pruebas que se tienen sobre una superficie cubierta de agua. Sin embargo, el análisis de este equipo indica que los niveles de CO2 eran entre 10 y 100 veces inferiores a los requeridos para que la temperatura en la superficie estuviese por encima del nivel de congelación del agua.
Ahora, como explica en un artículo que hoy publica EL PAÍS Alberto González Fairén, uno de los coautores del estudio, será necesario buscar una manera de dar sentido a datos aparentemente contradictorios. González Fairén plantea que “o bien no se han desarrollado aún los modelos climáticos adecuados para explicar las condiciones ambientales de Marte al principio de su historia; o bien todas las secuencias sedimentarias de Gale se formaron en realidad en un clima muy frío”.
En su opinión esta segunda hipótesis es la más probable. El agua líquida en el Marte antiguo habría sido muy salada, permitiendo seguir estable a muy bajas temperaturas. El paisaje de aquella época sería similar a las costas del Ártico terrestre actual, con el hielo como forma dominante del agua en la que los lagos de agua líquida estarían cubiertos de agua sólida.
Fuente: El País