La noche que Morrissey nos devolvió la dignidad

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Fue dura la jornada sin que el traductor de la depresión a la música pusiera un pie en este país, en el país de los que nunca ganan. Las cosas han cambiado, ya cumplimos con el requisito que pide para enamorarnos: hemos visto la luz del sol en huesos humanos triturados.

Dramáticos y aferrados por naturaleza, los mexicanos anoche empezamos de cero con Steven Patrick Morrissey quien, como buen defensor de causas imposibles dejó un mensaje a los “bullies”: Te metes con México, te metes con Morrissey.

Aún de frente al micrófono y a punto de un lleno total, era posible una cancelación de último minuto. “No chiflen, porfa. No se vaya a enojar y no toque.”, suplicaba con angustia una muchacha. No era en vano. Ni somos eternos, ni hemos acabado nunca de saber qué pasa por la mente del misterioso artista, así que ver a Morrissey en Monterrey sería un evento histórico que no valía la pena poner en riesgo por rijosos.

“Suedehead” abrió esta noche donde el cantante no tendría piedad para señalar el caos que nos envuelve, nuestra parte de culpa y claro: el romance. El concierto, como su carrera de solista empezó con esta balada que le pone un hasta aquí a los amigos con derecho que se transforman en acosadores aspirando a ser pareja. No sé que será más difícil si dedicarla o que te la dediquen, pero cantada por todas todas las almas turbadas sonó casi tierna, muy alejada de la dureza de su letra. “Gracias”, terminaba con una sonrisa.

Siguieron los versos de Alma Matters: “es mi vida y la arruino a mi manera” dedicada para los que se paran frente al abismo e intentan criticar su profundidad, pero qué saben aquellos a los que la oscuridad no los ha devorado ¿qué colores conocen? Y como no hay oscuridad sin luz, empezó el clásico que hace que con la compañía correcta, una muerte terrible parezca una forma celestial de colgar los tenis: “There is a light that never goes out”. Para los que no son bienvenidos en ningún lugar.

Con información de Vanguardia 


Source: Espectaculos