Juan Rulfo cumple 100 años en un país que cada vez más lo valora

Ciudad de México, 13 de mayo (SinEmbargo).- Hay que leer Pedro Páramo o El llano en llamas ahora. Cuando la vida en México se hunde tras la violencia y no alcanzamos todavía a identificarnos cómo es que somos de este país, de este suelo. Probablemente esas dos obras nos alcancen para darnos un carácter nacional, como las pinturas de Diego Rivera.

Es el escritor mayor de México nacido en Sayula, Jalisco, el 16 de mayo de 1917 y fallecido en Ciudad de México, el 7 de enero de 1986. Apenas escribió dos obras con un mundo mítico y a la vez real, tan real como era su condición de fotógrafo y de caminante.

“–Como le haces al cuento, Juan. –Hace mucho que no los hago” fue la respuesta que le dio a Elena Poniatowska, quien al decir del centenario de su nacimiento y de sus obras, no tiene dudas en afirmar que “esas 325 páginas rayaron de una vez por todas la literatura mexicana”.

“Rulfo se parece a esos hombres temerarios que aceptan la cita del fantasma y se ponen a hablar con él a medianoche: En nombre de Dios te digo, si eres de este mundo o del otro y que luego amanecen medio atarantados, todavía con el temblor del miedo sacudiéndoles el cuerpo y sin ganas de conversar ya con los vivos”, dice Elena, comparándolo a Juan con James Joyce por eso de los murmullos interiores, por ese hablar como si hablara el campesino, en un esperanto primordial, tan eterno.

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo”, debe de ser el principio más citado de la historia de la literatura, acaso en estos tiempos doblegado un poco por el inicio de Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño: “No sé muy bien en qué consiste el realismo visceral. Tengo diecisiete años, me llamo Juan García Madero, estoy en el primer semestre de la carrera de Derecho. Yo no quería estudiar Derecho sino Letras, pero mi tío insistió y al final acabé transigiendo. Soy huérfano. Seré abogado. Eso le dije a mi tío y a mi tía y luego me encerré en mi habitación y lloré toda la noche.”

Esas tierras de Rulfo abatidas por la sequía fue el mismo desierto que encontró Bolaño unos 40 años después y fue la tumba de miles de migrantes, porque Juan, sin duda, escribía sobre los que como él iban y venían en busca de un territorio común, de algo que los cobijara para siempre.

EL CAMINANTE JUAN RULFO

El hijo Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Aparicio recuerda a su padre caminante, fotógrafo, como el que tenía que llevar “la papa” a casa y se conchababa en muchas actividades. No recuerda la figura pública salvo por la serie que está haciendo ahora y donde el ser escritor sucumbe a muchas otras profesiones.

“Lo recuerdo en ciertas costumbres de cosas que no son muy fáciles de expresar. Hay una atmósfera, un mood, una serie de cosas que son muy de uno y es algo que no tiene nada que ver con la figura pública, porque hay que decirlo, a ese señor que hizo el libro no lo conozco, conozco al padre”, dice Juan Carlos, el más chico de una saga de cuatro donde los hombres se llaman Juan y hay una sola chica, Claudia Berenice.
Dice Elena Poniatowska que Rulfo “siempre tiene un aire de poseído y a veces se percibe en él esa modorra de los médiums”. Esa voz es la que busca Juan Carlos en la serie de siete capítulos, junto a su hermano Juan Pablo.

El primer capítulo versa sobre la creación de El llano en llamas “desde la sopa de cultivo donde se desarrolla esta obra” que tiene lugar en el sur del estado de Jalisco. “Para mí lo que tenía mi padre es que veía y escuchaba mucho y esa era la base de todo”, dijo el director. Para él, Juan Rulfo “era el gran escuchador”.

Las distintas versiones, lecturas y formas de interpretar Pedro Páramo, a partir de diferentes voces, así como la recepción de la obra por parte de la prensa en los años 50, es lo que trata el segundo capítulo.

El trabajo de Juan Rulfo como fotógrafo se recoge en el tercer capítulo de la serie. A partir de una selección de imágenes tomadas por su padre, Juan Carlos Rulfo se trasladó a los lugares donde fueron generadas las tomas y realizó un ejercicio de imaginación. “Fui a buscar dónde fue tomada esa foto, puse la cámara e imaginé que él estuvo ahí. Fue un ejercicio muy emotivo”, comentó.

El cine es el tema del cuarto capítulo en el que se habla de las distintas formas de representar a México y el quinto apartado de la serie trata el trabajo antropológico que realizó Juan Rulfo en el Instituto Nacional Indigenista (donde escribió más de 250 textos fundamentales para el estudio de la antropología mexicana )y recupera al Rulfo viajero y conocedor de la geografía mexicana.

“Se metía por todos los caminos. Hacia mapas y esos mapas hicieron que llegara a lugares muy complejos, muy lejanos. Ese espíritu viajero le hizo conocer a la gente que lo contrató para ir a la Comisión del Papaloapan donde se construyó esa primera presa que fue el primer evento del modernismo mexicano, donde vemos el desplazamiento de comunidades indígenas para su construcción. Ahí estuvo Juan Rulfo”, comentó el documentalista Juan Carlos.

Los distintos cuestionamientos en torno al Rulfo escritor y su percepción en el mundo son los temas del capítulo sexto de la serie y el último es acerca del Centenario del escritor jalisciense.

“Este personaje tenía muchas caras y todas esas caras estaban regadas por la casa. Había fotografías, había música, había datos, estaba el novelista, el viajero, el padre de todos nosotros y todos estos elementos se nos desbordaban cuando quise hacer una película y por eso nació la serie” Cien años con Juan Rulfo que se estrenará este 16 de mayo, en Guadalajara, en la sala de la Cineteca Nacional Guillermo del Toro del Instituto Cultural Cabañas.

CLARA APARICIO, LA MUJER DE RULFO

Dice Juan Carlos que su madre, de 88 años, no irá a Guadalajara. Que ya está muy grande. Que se quedará en su casa este 16 de mayo.

“¿Nunca te he contado el cuento de que me caes re bien? Pues si ése ya lo sabes te voy a contar otro: Ahí tienes que había una vez un muchacho más loco, que toda la vida se la había pasado sueñe y sueñe…”, inicia una de las cartas que Juan Rulfo le escribió a Clara y que fueron seleccionadas en agosto del año pasado por la Secretaría de Cultura.
Sin Embargo


Source: Mexico