El ruido se considera un agente contaminante del mundo contemporáneo, producto del desarrollo tecnológico que induce efectos negativos en el ser humano, tanto fisiológicos como psicosomáticos; constituye un grave problema medioambiental y social.
Se entiende como ruido o contaminación a la información que no nos interesa recibir, refirió Jorge Márquez Flores, responsable del Laboratorio de Análisis de Imágenes y Visualización del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) de la UNAM.
“Se le denomina contaminación porque perturba nuestra vida diaria; este flujo desordenado de información ocasiona cierto daño como angustia, indiferencia, fatiga, apatía, reacciones que con el tiempo van de la mano con trastornos como la depresión”, alertó.
En el caso de imágenes, es generado por el exceso de publicidad, tanto en ambientes rurales como urbanos, y se refiere al uso extremo de elementos que rompen con la estética de una zona o paisaje y que deriva en una sobreestimulación sensorial.
Un ejemplo podría ser la propaganda política, mediante la cual se nos hace llegar un mensaje; pero también nos difunden asuntos que como ciudadanos no nos interesan y que nos impiden tomar una decisión acertada. Esta relatividad permite que el ruido tenga esa doble cara: información útil y otra parte que no nos interesa, explicó.
Es como una conversación en la que hablan varias personas al mismo tiempo, pero si sólo ponemos atención a una, las demás constituyen ruido; resulta relativo. En términos sociológicos se habla de varias fuentes de información, una es de interés y si las demás no, las tratamos como ruido y deseamos eliminarlas.
Tenemos un entorno con el que interaccionamos e imágenes con las que estamos familiarizados; algunas nos provocan sentimientos, emociones o tranquilidad. Hablaríamos de ruido o contaminación visual si una no nos interesa o distorsiona lo demás, remarcó.
Asimismo, necesitamos emociones sanas, luz, color, belleza y orden, pero elementos como letreros, estatuas desagradables o publicidad rompen con esa estética, podemos entenderlos como contaminación.
Con motivo del Día Internacional de la Concientización sobre el Ruido, que se celebra el 29 de abril, Márquez Flores indicó que esa contaminación visual ha existido siempre, pero nos hemos acostumbrado. “No vemos paisajes, el cielo o edificios, porque las ciudades están saturadas de anuncios agresivos y de otros que podrían resultar atractivos. Dentro de un contexto totalmente desarreglado, esto podría ocasionar confusión y emociones desordenadas”.
En la vía pública nos encontramos con información discordante. Por lo regular son anuncios comerciales que se combinan con los de corte político o de campañas cívicas; los recibimos sin un orden, nos hacen saltar de una idea a otra y no podemos tener un flujo adecuado de asimilación.
Esa falta de armonía deriva en rupturas en el individuo que implican desgaste, “debemos hacer un esfuerzo para ignorarlo o procesarlo, aunque no sólo es el aspecto visual, sino también el auditivo”.
La solución, mejor educación y cultura
No es difícil enlistar soluciones a este problema, el asunto es que no se aplican. La salida sería sencilla: regular la publicidad y la propaganda política, por ejemplo. Pero lo que la ciudadanía podría hacer sería tener mayor conciencia y rapidez de respuesta ante este asunto. No obstante, los mexicanos mostramos una apatía que proviene de tantas decepciones históricas con sus gobernantes.
No sabemos cómo actuar y cuando lo hacemos es de manera desarticulada, quizá hasta violenta, sin organización, con ruido. Una solución a largo plazo es mejor educación y cultura en la ciudadanía; sin embargo, esto llevará generaciones enteras, finalizó el universitario.