Las niñas y los niños son discriminados por su condición de edad. Su espacio social se ha visto reducido al ámbito de la propiedad familiar, donde se les invisibiliza, se les determina el ejercicio de sus derechos y se justifica todo tipo de castigos como medio de educación, e incluso se les obliga a laborar.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) indica que en la actualidad a escala nacional, de los 40.2 millones de población infantil, hay 6 millones de niños y niñas de entre tres y siete años que no acuden a la escuela. La mayoría de ellos, señala, son indígenas, personas de escasos recursos que, en medio del clima de violencia e inseguridad, deben cruzar grandes distancias para llegar a un centro educativo.
Además, de 6.6 millones de hablantes de una lengua indígena, 15.8 por ciento de tres años y más no hablan español, y de ellos, 61 por ciento son mujeres y 38.3 por ciento hombres, mientras que 6 de cada 100 habitantes de cinco años o más hablan alguna lengua indígena. Las que más hablantes tienen son náhuatl, maya y lenguas mixtecas.
En el documento Por una educación inclusiva y un cambio cultural destaca que México necesita una educación que inculque en las y los alumnos el valor de la diversidad y la no discriminación. De esta manera, el respeto a los derechos humanos de todas las personas será la mejor estrategia para consolidar la democracia.
En ese sentido, el Conapred alertó que uno de cada cinco niños se siente ignorado total o parcialmente. La gran mayoría de las niñas y los niños consideran que sus progenitores y maestros o maestras les hacen caso, aunque esa percepción es ligeramente más alta entre las niñas. Aun así, cerca de uno de cada cinco se siente ignorado total o parcialmente.
La casa es el espacio donde los niños sienten más confianza para decir alguna idea (81 por ciento), mientras que las niñas la sienten en mayor medida en la escuela (79 por ciento). En cualquier caso, la proporción de niños y niñas que no sienten ninguna seguridad para expresar sus ideas es menor a la décima parte.
Asimismo, tres de cada cuatro personas comparten la opinión de que no se justifica nada golpear a las niñas y los niños por razones de disciplina; mientras que poco más de una de cada cinco lo justifica algo o poco. Sólo 3 por ciento considera que se justifica mucho.
A pesar de que la mayoría de la población (tres de cada cuatro personas) considera injustificado golpear a las niñas y los niños, la gran mayoría (más de 95 por ciento) tiene la creencia de que en nuestro país se les pega, con mayor o menor frecuencia, con fines disciplinarios. El análisis por sexo muestra que hay más mujeres que hombres que creen que se hace con mucha frecuencia.
“Conviene señalar que cuando se habla de educación inclusiva no se refiere únicamente a niños y niñas con discapacidad, sino que también es importante hacer referencia a otras condiciones por las cuales se es excluido dentro del centro escolar, por ejemplo: migrantes, indígenas, minorías lingüísticas o religiosas, víctimas de la pobreza, situación de calle, niños y niñas que trabajan, portadores de VIH y víctimas de la violencia.
La educación inclusiva no puede alcanzarse sin una serie de ajustes integrales dentro de las escuelas que deben realizarse de manera progresiva; en otras palabras, lograr una educación inclusiva prevé cambios significativos, pero no por ello inmediatos, por el contrario, se deben ir consiguiendo por medio de avances progresivos. Constantemente deben actualizarse los elementos que propician la educación inclusiva para adaptarse a las exigencias del grupo y necesidades particulares.