La historia del milagro de Juárez se ha contado muchas veces: cómo descendieron sus infames índices de homicidios, cómo fueron purificados sus cuerpos policiacos y cómo las autoridades terminaron cantando victoria. Pero, ¿durará esta historia? La atracción que sigue generando el multimillonario negocio de las drogas en Juárez y las persistentes disparidades sociales que vive su gente son razones suficientes para nublar el optimismo
Un Jeep rojo esquivaba el pesado tráfico matutino a toda prisa por la Avenida Tecnológico, la más importante vía en la zona Dorada de Ciudad Juárez, donde está situado el consulado de Estados Unidos, centros comerciales y las residencias más exclusivas de la ciudad.
Un Chevrolet Cavalier sedán perseguía al Jeep, con dos tiradores portando poderosas armas automáticas. Tras medio kilómetro, el jeep se estrelló contra una valla metálica, cerca de un tribunal federal de Ciudad Juárez. En los asientos de adelante quedaron muertos Gilberto López Mendoza y Omar Antonio Ochoa, de 39 y 37 años, respectivamente, ambos traficantes de drogas de medio nivel. La striper venezolana de 23 años, Gabriela Figueroa, yacía muerta en el piso del coche, donde aparentemente trató de esconderse. Los asesinos eran expertos tiradores. Sólo 11 balas fueron necesarias para matar a las tres víctimas desde un coche en marcha.
Era la mañana del 23 de octubre de 2014, y Juárez estaba horrorizada.
Justo dos semanas después, no lejos de la escena del crimen, el Gobernador de Chihuahua, César Duarte, dio el visto bueno a un encuentro de oficiales y líderes cívicos de 15 ciudades mexicanas. Estos funcionarios, como otros anteriormente, visitaban esta ciudad fronteriza para aprender cómo, un lugar que en algún momento fue la capital mundial del crimen, donde la violencia asociada a la droga mató a 11 mil personas en sólo cuatro años, encontró la paz.
El Gobernador Duarte dijo estar orgulloso de que otras ciudades quisieran replicar la experiencia de Juárez, cuyo enfoque fue limpiar la corrupción en la policía. Duarte insistió en que todas las corporaciones policiacas de su ciudad estaban limpias.
“Afrontamos el desafío”, dijo al público. “Debe haber unos pocos que piensan que pueden salirse con la suya, pero con trabajo de inteligencia, los detendremos”.
¿El milagro de Juárez?
El milagro de Ciudad Juárez ha sido celebrado continuamente. Entre 2008 y 2012, una batalla entre los cárteles de Juárez y Sinaloa tiñó de sangre las calles de la ciudad.
El reclutamiento de miembros de las fuerzas policiales como combatientes en la batalla criminal agravó la situación. En el 2010, la tasa de homicidios alcanzó los 300 por mes. En ese momento, una rara coalición se creó para salvar a la ciudad: líderes de organizaciones civiles y empresarios, un alto jefe policiaco que se contrató en la ciudad de Tijuana, 5000 millones de pesos que el Gobierno Federal invirtió, y testigos protegidos que trabajaban para la agencia antidrogas estadounidense (DEA, por sus siglas en inglés), sofocaron la violencia criminal en Juárez y limpiaron la policía municipal y la policía ministerial del estado.
México cantó victoria.
Pero el hechizo del multimillonario comercio de la droga en Juárez ha regresado y presenta una nueva realidad que podría truncar el optimismo que expresó el Gobernador Duarte y otros que han declarado que la paz llegó a esta ciudad.
En el último año, el cártel de Juárez parece haber derrotado Al grupo de Sinaloa, y se está reestructurando con nuevos líderes criminales que buscan restablecer las conexiones corruptas de las que gozaban con la policía local y la estatal, confirmó un oficial de inteligencia.
La manzana de la discordia son las rutas de tráfico de drogas multimillonarias situadas a lo largo de la franja agrícola del Valle de Juárez, un área paralela al Río Bravo.
Después de los ataques contra EU el 11 de septiembre de 2001, el tráfico de drogas por la frontera Juárez-El Paso se acabó. El cártel de Juárez creó improvisadas rutas de tráfico en las afueras de la ciudad, y el Valle de Juárez cobró importancia. Durante la pugna por la ciudad, varias luchas paralelas tuvieron lugar en esta franja territorial. Eventualmente en 2010, el cártel de Sinaloa tomó el control de estas multimillonarias rutas, presuntamente con el apoyo de fuerzas militares. Ese es el territorio que el cártel de Juárez ha reconquistado, según informes de inteligencia.
Los asesinatos de octubre pasado en la Zona Dorada fueron el principio de una oleada de violencia relacionada con esas valiosas rutas de la droga. Desde entonces, Juárez ha visto una serie de homicidios y tiroteos que muestran cómo La Línea -el ala armada del cártel de Juárez- ha regresado probablemente a las calles de la ciudad.
Ochoa, una de víctimas del Jeep rojo, dirigía una cadena de clubes nocturnos de striptease, incluido el Museo Bar -donde trabajaba la stripper venezolana. Sus negocios gozaban de fuerte protección policial, aseguran fuentes de inteligencia. Aparentemente, estaba vinculado al cártel de Sinaloa, y su asesinato fue ordenado por Jesús Salas Aguayo – alias “el Chuyín”-, el nuevo líder de La Línea, para enviar un mensaje a la policía que trabaja con el cártel de Sinaloa, que más les vale regresar a sus orígenes.
Salas Aguayo fue detenido a finales de abril 2015, pero eso no significa que la reconquista del territorio por parte del cártel de Juárez se haya acabado.
Cuatro de sus seguidores se apuntan para tomar el liderazgo.
Caso de estudio
Para México, Juárez puede ser un caso de estudio, no una victoria completa. La aparente reaparición de La Línea puede significar que el milagro de Juárez es un mero paréntesis y los recientes asesinatos un regreso al negocio de siempre, aunque el jefe del cártel, Vicente Carrillo Fuentes-alias “el Viceroy”-, fue arrestado por la Policía Federal el pasado octubre. Según diversas fuentes, Carrillo, a pesar de seguir siendo el líder nominal del cártel, se encontraba alejado de la operación cotidiana del grupo criminal.
Observadores del caso de Juárez por largo tiempo dicen que parte del problema es que la ciudad concentró su objetivo en terminar con la violencia y no en acabar con las organizaciones del tráfico de drogas.
“La intención del actual gobierno es que protegerán la seguridad pública y controlarán el crimen, pero no pondrán fin al tráfico de drogas”, dice Tony Payan, director del Centro mexicano en el Instituto James A. Baker III de políticas públicas en la Universidad de Rice.
El analista Eduardo Guerrero dice que el factor del éxito en la pelea contra las organizaciones criminales es dinámico. “Podemos desmantelarlas por un tiempo, pero si no ponemos atención, las cosas pueden cambiar y entonces podríamos hablar de un fracaso. Se pueden volver a corromper los cuerpos policiacos, por ejemplo”, explica Guerrero.
De hecho, las incautaciones de droga y armas han caído en los últimos dos años en Juárez, tras la salida de los jefes policiales que depuraron los cuerpos policiales después de 2010.
El cártel de Juárez tiene raíces profundas en la ciudad, y era previsible que los jefes de la organización intentaran volver a tomar el poder de cualquier forma. Mientras tanto, el arresto del muy conocido líder de Sinaloa, Joaquín “el Chapo” Guzmán el año pasado, dejó sin dirección a sus hombres en el Valle de Juárez, aseguran fuentes de inteligencia de la zona.
Otros líderes del cártel de Sinaloa, como Ismael Zambada García, alias “El Mayo Zambada”, han enviado nuevos efectivos conocidos como los “Emes”, por la letra M de Mayo, para combatir a la Línea.
Pero si el cártel de Juárez ha reconquistado ciertos territorios es gracias a lugartenientes claves dentro del territorio de Juárez que trabajaban para Sinaloa pero han cambiado su lealtad y se han unido a La Línea, aseguran fuentes de inteligencia.
De forma similar, aunque se rompió la alianza entre La Línea y la banda de pandilleros mexicoamericanos conocida como Barrio Azteca, hay informes de que La Línea está colaborando con algunos miembros de otras pandillas de EU.
Los Aztecas aún controlan algunas partes de la ciudad y el crimen callejero en varios barrios de clase trabajadora donde reclutan a jóvenes en peligro.
Otras dos pandillas que en un momento fueron colaboradoras de Sinaloa, Los AA’s y los Mexicles, siguen teniendo alguna influencia en barrios locales pero no trabajan para los cárteles.
Han pasado tres años desde que la violencia disminuyó y el índice de homicidios bajó de 300 a 30 por mes. De hecho, en marzo y abril de 2015, el número de homicidios en la ciudad se ubicó en el punto más bajo desde 2005. Pero analistas dicen que la situación puede cambiar porque el sistema judicial no fue lo suficientemente severo con algunos de los criminales.
Entre 2010 y 2012, autoridades de EU armaron expedientes sólidos para enviar a líderes de La Línea y de Barrio Azteca a la cárcel de por vida. En México, los asesinos de 11 jóvenes y cuatro adultos en el barrio de Salvacar también recibieron largas condenas. Pero muchos otros miembros de las pandillas recibieron penas cortas. Algunos están ya libres, o lo estarán pronto. Uno de ellos es Saulo Reyes Gamboa, quien según la DEA, hasta el 2007 fue el hombre que manejaba el dinero para el cártel de Juárez.
Jefe de la policía municipal entre 2004 y 2007, Reyes Gamboa terminó en la cárcel en el 2008, cuando intentó sobornar a un funcionario estadounidense de aduanas para que le ayudara en el contrabando de camiones llenos de marihuana a través de los puentes internacionales de El Paso.
Recientemente Gamboa salió de una prisión de mínima seguridad, tras siete años de cárcel.
Más información de la investigación en Animal Político