No es raro ver a las niñas de esta época vestidas con los trajes de sus madres o zapatillas de su tamaño, porque se fabrica ropa extravagante para niñas también. Incluso, hay pequeñas que deciden maquillarse o hacer una dieta estricta con tal de verse como las modelos que miran en la pantalla. Y no me dejarán mentir, a veces los padres propician este tipo de actividades.
De acuerdo con la psicopedagoga Mónica Coronado, la hipersexualidad, el aumento repentino o la frecuencia extrema en la libido, les roba a los niños lo más valioso que se tiene en esa edad: la infancia. Coronado argumenta que los padres intervienen en las actitudes de sus hijos pues esperan que ellos sean lo que jamás pudieron ser, superando así sus frustraciones personales.
“Los padres las tratan como pequeñas adultas, reemplazan juegos o introducen nuevos con elementos de estética, cargando sobre la niña la necesidad de tener una imagen y ‘gustar’. Esta necesidad de gustar y agradar es la clave. Entonces si no son bellas, dulces y dóciles, no se las quiere”.
Además, explica que la hipersexualidad es un manejo mercantilizado del cuerpo, en donde el valor de alguien pasaría por su capacidad de gustar. Si bien a todos nos agrada arreglarnos y vernos bien, el matiz cambia cuando se sexualiza o se usan poses, ropa o arreglos que enfatizan atributos que no corresponden a una edad tan temprana.
Las consecuencias, según la psicopedagoga, son lamentables para los adolescentes que crecieron con una imagen empobrecida de sí mismos. Comienzan a experimentar una identidad construida sobre lo mas frágil, el juicio ajeno; la pérdida de espacios de juegos creativos, preocupaciones adultas.
Durante una entrevista, Coronado dijo que “un desarrollo sano tiene barreras generacionales funcionales. Implica dejar de lado el narcisismo e internalizar que un niño no es una versión mejorada de uno mismo, sino un ser humano cuya actividad fundamental es el juego”.
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