A pesar de los avances en materia de derechos humanos del género femenino, persiste su vulneración, principalmente en lo que a seguridad se refiere, sobre todo al desarrollar trabajos que por lo general sólo realizaban los hombres, aseguró Olivia Tena Guerrero, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM.
En la mesa redonda “El derecho humano de las mujeres a la seguridad”, desde la perspectiva de las mujeres policías en México, reconoció que la violación a esas garantías en las corporaciones policiacas persiste.
Se atenta contra su salud, pues si bien para los varones esa labor es extrema, para ellas es doble, porque a veces ellos llegan a dormir y ellas a recoger a sus hijos, limpiar, y preparar alimentos; es decir, no se respeta el derecho al tiempo libre y a tener una familia, porque prefieren estar solas al cuidado de sus hijos que con una pareja, enfatizó.
Además, dijo que desde la división sexual del trabajo los hombres son ubicados en el ámbito público y las mujeres en el privado o doméstico, lo que reproduce un esquema jerárquico en la estructura social y a nivel simbólico; ello significa que aunque existen lineamientos que promueven la equidad, no tienen efecto.
El sistema de escalafón en las corporaciones policiacas afecta los derechos al trabajo, la igualdad y la no discriminación, debido a que el sector femenino tiene que esforzarse el doble para conseguir un ascenso, tanto de puesto como de grado. En algunos casos, abundó, las aspiraciones se ven obstaculizadas por acoso sexual o laboral por parte de compañeros y mandos.
Por si fuera poco, algunas han buscado profesionalizarse a través de cursos y licenciaturas afines a su quehacer laboral, que no han significado cambios sustanciales en su nivel de vida. A esto se suma que padecen el estigma de pertenecer a una institución corrupta y conformada por personas ignorantes, con lo que también soportan el maltrato social respectivo.
Ante esto, Tena Guerrero consideró que las mujeres en esa profesión deben asumirse como ciudadanas con derechos plenos para ejercerlos; a su vez, la sociedad debe dejar de verlas, lo mismo que a los policías en general, como seres antagónicos y reconocerlos como personas con facultades y obligaciones, cuya función es la seguridad de las comunidades.