Casi la mitad de los flujos de inversión extranjera directa (IED) que llegan a los países en desarrollo se aplica en sectores productivos altamente contaminantes, advirtió un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Se trata de las industrias extractiva, eléctrica y manufacturera, principalmente, seguidas en menor medida de la agricultura, la construcción y el transporte.
Los seis sectores acaparan en conjunto 46 por ciento de la IED regional y 41 por ciento de la mundial. En México, 15 por ciento de tal inversión se concentra en los sectores más contaminantes, y en Brasil llega a 49 por ciento, abundó el organismo en su más reciente informe sobre la inversión extranjera directa en 2014.
Las empresas trasnacionales tienen la capacidad de trasladar sus operaciones contaminantes a otros países y una de las razones puede ser esquivar regulaciones medioambientales estrictas y costosas, además de cargas impositivas y costos laborales, sentenció el organismo en un análisis sobre estas compañías y el medio ambiente, que forma parte de su más reciente informe de IED.
Ni siquiera porque se trata de grandes corporativos con tecnologías limpias o muy desarrolladas las implementan y diseminan en las economías emergentes donde se asientan.
Las industrias minera y petrolera, destacó la Cepal, ocasionan el mayor impacto ambiental en los países latinoamericanos porque consumen mucha energía y son emisoras indirectas de los gases de efecto invernadero. Ambas concentran 26 por ciento de la IED total de América Latina, cuando en el mundo no pasan de 10 por ciento.
El organismo regional ponderó que en los últimos años se multiplicaron las protestas contra proyectos mineros en comunidades de Perú, Colombia, Uruguay, Costa Rica y Panamá, algunos de los cuales fueron suspendidos e incluso cancelados. Las comunidades, recordó, cuentan con el principio 10 de la Declaración de Río, que reconoce el derecho a la participación ciudadana en materia ambiental, y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que define como requisito consultar previamente a pueblos indígenas y tribales sobre proyectos mineros que afecten sus comunidades.
América Latina y el Caribe es la región con mayor diversidad biológica del planeta, pero la Cepal alertó que está en riesgo de perderla por la degradación y contaminación de recursos hídricos y del aire, por la deforestación y además debido a que 80 por ciento de su población habita en zonas urbanas. Destacó que la contribución de la región a la emisión de gases de efecto invernadero en relación con la población ya es ligeramente superior a la mundial, y se concentra especialmente en los sectores de la energía (42 por ciento), agricultura (28 por ciento) y el cambio de uso de suelo (21 por ciento).
Durante la última década, la IED ha aumentado su peso en las economías de la región y en sus recursos naturales, con lo que también se incrementa su influencia sobre el medio ambiente.
No obstante, acotó el texto de la Cepal que dicho peso no depende únicamente del monto de los capitales foráneos sino de la estructura productiva de cada país y las regulaciones estatales en materia ambiental, así como las estrategias empresariales para atraer inversiones, desarrollar tecnología limpia o emprender otras medidas medioambientales.
La industria automotriz mexicana es muy poco sensible a las regulaciones ambientales de su propio país (y muy sensible a las de Estados Unidos). El gobierno de México tiene escaso margen para influir en el desarrollo tecnológico de su industria a través de los estándares de emisiones, en tanto la brecha con los estándares de los Estados Unidos no se han cerrado, ejemplificó.
La Jornada