El conocimiento más allá de una milésima de micra

El ojo humano restringe su posibilidad de mirar a simple vista objetos que midan menos de una décima de milímetro; por ello, Luis Rendón Vázquez es un gigante en un mundo poblado de entes diminutos, pues en complicidad con los microscopios y su alto grado de especialización, ha hecho perceptible lo implícito, incluso más allá de una milésima de micra.

“Pero al estar ocho horas diarias sentado frente al microscopio, encerrado, en la obscuridad, no me percaté que me había quedado calvo, de eso ni me di cuenta”, relató el técnico académico del Instituto de Física (IF) de la UNAM.

Dada su estrecha relación con los artilugios de la observación, les otorgó un nombre, al que se refiere siempre con familiaridad. “El primero que tuve fue en 1985, un 100 CX, que se llamó El Temido, y ese mismo fue donado en 2013 a la Universidad Tecnológica Fidel Velázquez, en Villa Nicolás Romero, Estado de México; El Goliat llegó en 1989, desde entonces estuve a cargo de él, hasta el 2006.

“También ya tenía bajo mi responsabilidad, desde el 2002, a El Cíclope, y actualmente al del Centro de Nanociencias y Micro y Nanotecnologías (Centro Nano) del IPN, le nombré Apolo”, dijo Rendón Vázquez.

Ya en 2002 con El Cíclope, primer microscopio de transmisión instalado no sólo en la UNAM, sino en México, equipado con un cañón de emisión de campo, hizo análisis con técnicas como contraste por número atómico, espectroscopía de electrones por pérdida de energía, holografía de electrones, difracción de electrones en haz convergente, nanodifracción y análisis químico por dispersión de energía.

En el campo de la microscopía electrónica, su producción académica incluye 38 publicaciones arbitradas y destaca, entre ellas, el artículo de coautoría, La Pintura Azul de los Mayas: un antiguo material nanoestructurado, publicado en el número 5272 de la revista Science, el 12 de julio de 1996, de la página 223 a la 225.

Con buenos ojos

El microscopista universitario evocó el proyecto que aún lo colma de ese entusiasmo que debe desbordarse entre los científicos.

“Me inventé un proyecto gratuito; como tenía que venir a checar el equipo los fines de semana, entonces lo abrí al público e invité a tres personas cada fin de semana para introducirlos en el mundo de la microscopía, y lo llamé Viajes Gulliver, por ser un recorrido por lo pequeñito. Era un total de nueve horas entre sábado y domingo, eran mini cursos, meramemente motivacionales”, rememoró.

Y es que el universitario aseguró que existe una gran brecha entre lo que realizan los científicos y la gente que se informa de ello; siempre ha estado en búsqueda de una forma más coloquial para hacerlo llegar al público no especializado.

En consecuencia, ha escrito textos como el cuento corto denominado Las aventuras del capitán Memo: Perdidos en la muestra in-merso, publicado en 1996 en la revista “Ciencia y Desarrollo”, que edita el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Enfocar, mover, amplificar

Por ser un incesante promotor de la microscopía electrónica, explorador de la óptica de electrones, divulgador de la ciencia y por sus aportaciones al desarrollo de la nanotecnología, en Villa Nicolás Romero se le dio el nombre de “Laboratorio de Nanotecnología Luis Rendón Vázquez” a una instalación que ha sido diseñada para la formación de nuevos científicos y tecnólogos mexiquenses.

Tras 30 años de labor como especialista en esta casa de estudios, actualmente realiza microscopía en el Instituto Mexicano del Petróleo, en la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Iztapalapa, en el Centro de Nanociencias y Micro y Nanotecnologías del IPN, además de que ya recibió una invitación del Instituto de Investigaciones en Materiales (IIM) de la UNAM.

“Me falta hacer mucho: seguir con las estructuras cristalográficas, que aún tiene uno que entender; la ciencia no se acaba, lo complicado es cuando uno ya agarró la punta de la hebra y le dicen: ‘ya se acabó’”.