El bullying o acoso escolar no es un fenómeno nuevo, ha existido desde que hay colegios y escuelas. Lo que sí resulta novedoso –por lo menos en algunos países de occidente, como el nuestro– es la frecuencia y crueldad con que niños, adolescentes o jóvenes agreden, hostigan, maltratan e intimidan en los centros escolares a un compañero, hasta causarle graves trastornos psicológicos.
Joel Francisco Jiménez García, académico de la Facultad de Derecho (FD) y miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM, así como especialista en el tema (una de sus obras lleva por título Derechos de los niños), dijo que “Estado que no cuida a su niñez y no atiende a sus niños, rompe la pirámide social desde la base. Nos urge tener una sociedad sana y para eso hay que fomentar en sus integrantes un trato digno hacia los demás, con límites y compromiso social”.
El vocablo bullying es de origen holandés y da nombre al maltrato físico, verbal, psicológico y/o social deliberado y recurrente que un infante recibe de otro u otros niños, con el objetivo de someterlo y asustarlo.
Esta definición, que proporciona la Secretaría de Educación Pública desde 2011 como parte de los lineamientos generales que establecen un marco para la convivencia en las escuelas de educación básica del Distrito Federal, toma en cuenta dos actores: el agredido o víctima, y el agresor.
Sin embargo, en la realidad hay un tercero: el observador o espectador, cuya conducta se ve afectada al presenciar un acto de acoso escolar, pues piensa de inmediato: ¿me tocará a mí en un momento dado?, ¿participaré como un individuo activo o pasivo?
“Luego de enterarme de la situación que prevalece en el ámbito escolar y revisar la normatividad jurídica, llegué a la conclusión de que el nivel idóneo para prevenir el bullying es el preescolar. Para llevar a cabo una Labor de prevención efectiva, debemos concentrar la atención en los menores de hasta seis años. Si lo hacemos en un nivel posterior, la labor ya no será preventiva, sino curativa, es decir, su fin será sanar una deficiencia social manifiesta”.
Para enriquecer su tesis, Jiménez García decidió visitar un jardín de niños a lo largo de varios días. Esto le permitió corroborar la importancia y trascendencia del nivel preescolar en la vida de todo ser humano, pues es ahí donde los menores adoptan hábitos.
Intervención oportuna
En opinión del especialista, la sociedad no debe esperar a que el problema se manifieste en los últimos años de la primaria y en la secundaria.
Es necesaria la intervención oportuna de todos los involucrados: el Estado, los profesionales de la educación y los padres o las personas encargadas de los infantes. Todos tienen la obligación de actuar para formar seres humanos felices. “Recordemos que el artículo 63 de la Ley General de Salud así lo establece: ‘La protección de la salud física y mental de los menores es una responsabilidad que comparten los padres, tutores o quienes ejerzan la patria potestad sobre ellos, el Estado y la sociedad en general’”.
La educación básica en México está integrada por los niveles preescolar, primaria y secundaria. De esta manera, como medida preventiva del acoso escolar, Jiménez García propone concentrar la atención en el primero porque considera que es el más adecuado para proyectar prototipos de conducta que permitan prepararlos para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia y amistad.
De acuerdo con datos de la UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), en México viven 12.7 millones de niños y niñas de entre cero y cinco años de edad.
Sin duda, la primera etapa de la vida de los individuos es la que determina sus condiciones físicas y mentales para que logren su cabal desarrollo; es decir, esos primeros años son decisivos en la formación de su inteligencia, personalidad y comportamiento.
Es necesario poner límites a los menores porque pareciera que tienen todos los derechos del mundo y eso no es verdad. La maduración es un proceso con muchas etapas y si los pequeños asumen responsabilidades poco a poco, al llegar a la mayoría de edad podrán vivir en armonía con el resto de la sociedad y tomar las decisiones más pertinentes, finalizó.