Como Alcalde de Bogotá, Colombia, Antanas Mockus Šivickas logró reducir los índices de violencia en la capital, promovió una nueva cultura ciudadana, saneó las finanzas municipales y sustituyó a políticos por académicos en puestos clave. Ahora busca una transformación en todo el continente.
Para Mockus Šivickas, el Gobierno de México tiene que ser muy cuidadoso en asuntos relacionados con la guerra contra el narcotráfico, la corrupción, la presencia del Ejército en las calles, el tema del respeto a los derechos de la mujer, el respeto a la ley y la confianza hacia los funcionarios públicos.
Haber declarado la guerra contra el narcotráfico, durante el sexenio del panista Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), no es un juego de niños ni algo que se pueda terminar de un momento a otro. La fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el líder del Cártel de Sinaloa, abre un nuevo frente en esta etapa de enfrentamientos contra los grupos delincuenciales, por eso, el filósofo colombiano advierte: “Declarar las guerras es fácil, terminarlas bien es difícil”.
La guerra contra el narco, reflexiona Mockus, lleva muchos miles de muertos, lo que debería dejar entre las autoridades el pensamiento de que es tiempo de que “mexicanos dejen de matar a mexicanos” por culpa de una economía que se desarrolla al otro lado de la frontera [en Estados Unidos]. En entrevista con SinEmbargo dejó en claro que es momento de que las figuras ciudadanas tomen mayor relevancia, pero siempre, bajo las normas de las leyes ya establecidas.
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Para el ex Alcalde de Bogotá, Colombia, después de casi nueve años de guerra contra el narco es hora de que “mexicanos dejen de matar a mexicanos”. Foto: Cortesía
Ciudad de México, 15 de julio (SinEmbargo).– Cuando se le pregunta a Antanas Mockus Šivickas, ex Alcalde de Bogotá, cómo observa el manejo que México le ha dado a la guerra contra el narcotráfico, su respuesta es breve y contundente: “Declarar las guerras es fácil, terminarlas bien es difícil”.
Después de casi nueve años de que el Gobierno mexicano declarara la guerra contra el narcotráfico, considera que ya es tiempo de que “mexicanos dejen de matar a mexicanos por un negocio que al cruzar la frontera no deja los muertos que deja en su país”.
La segunda fuga de un penal de alta seguridad del líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, el fin de semana pasado, según han expicado otros expertos, amenaza con volver esta guerra más cruente.
Parte de la solución, afirma Antanas Mockus, es que se necesitan funcionarios en los que la gente pueda creer, el problema es que en ciudades mexicanas, como la capital, la confianza en los servidores públicos es más baja que en el resto de otras poblaciones de América Latina.
En entrevista con SinEmbargo desde Bogotá, previa a la fuga de “El Chapo”, el líder social plantea que los problemas de México no son muy ajenos a los que enfrentan otros países de la región y que no sólo se refieren al tema de la violencia entre grupos criminales, sino también al respeto a las mujeres, a las personas con capacidades distintas, el acceso al agua, así como a mejores espacios públicos y movilidad.
Mockus Šivickas fue Alcalde de Bogotá en dos ocasiones, candidato a la Vicepresidencia de Colombia en 1998 y a la Presidencia de la República, también en dos ocasiones: 2006 y 2010. Es el presidente de la Corporación Visionarios por Colombia (Corpovisionarios), un “centro de pensamiento y acción” sin fines de lucro que investiga, asesora, diseña e implementa acciones para lograr cambios voluntarios de comportamientos colectivos.
Criticado por sus excentricidades, como vestirse en ocasiones de súper héroe, al ahora promotor de la paz se le conoce también por haber pacificado a la capital de Colombia.
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LA VIOLENCIA, EL NARCO Y EL RESPETO A LA MUJER
Datos de la Policía Nacional de Colombia muestran que en 1990 la tasa de homicidios en Bogota, durante la época de los grandes cárteles de Medellín y de Cali, era de 46 por cada cien mil habitantes, para 1994 se había disparado a 80.
Durante el primer periodo de Gobierno de Mockus (1995-1998) logró que la cifra bajara de 65 a 47 y al finalizar su segundo mandato (2001-2003), la cifra era de 24 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Según la organización Seguridad Justicia y Paz, actualmente ocho ciudades mexicanas figuran en el ranking de las 50 capitales más violentas: Acapulco, Guerrero, ocupa el tercer lugar con un promedio de 134 homicidios por cada 100 mil habitantes, es decir, 110 más que Bogotá, a pesar de que la ciudad colombiana tiene 7 millones 862 mil 277 habitantes, mientras que Acapulco tiene sólo 673 mil 479 habitantes [tomando en cuenta la cifras del último censo].
–¿Por dónde se puede empezar a combatir la violencia que viven países como México?
–Hemos identificado que la mitad de las ciudades de América Latina piden combatir la violencia intrafamiliar, no tolerarla en los hogares, contra las mujeres. Es evitar que al abrigo de la privacidad de la residencia haya maltrato. La gente también pide trabajo.
–¿Cómo se pueden realizar estas acciones?
–Hay que priorizar las acciones con la ciudadanía para no copiar lo que se hace en otras ciudades y crear transplantes artificiales de programas.
Cuando se le cuestiona sobre el tema del narcotráfico, siempre es cuidadoso en sus respuestas; en primer lugar recuerda que durante sus campañas a puestos de elección popular nunca se refirió a esta actividad como tal, sino a lo que denomina ‘cultural del atajo [que consiste en buscar a cualquier precio ciertos resultados, no importando los resultados de largo plazo para uno mismo y para la sociedad]’.
Afirma que para combatir este ilícito son necesarios dos elementos: tener policías confiables y operativos constantes en puntos estratégicos.
Como ejemplo de estos dos elementos, puso un operativo en el Aeropuerto de Bogotá, cuyo control estaba a cargo de policías especializadas en el combate a los cárteles de la droga y a otro tipo de mafias.
“Una vez hicimos una reunión con 40 personas planeando cómo íbamos a ocupar al día siguiente las oficinas de un especulador de tierra, yo me acosté muy tranquilo pensando que en la reunión no apareciera alguien que corriera a comunicarle al delincuente el operativo, pero no pasó y fue una prueba de confianza”, recordó.
–En el caso del narcotráfico se necesitan cuerpos especializados. En México, ¿qué tan prudente es seguir manteniendo al Ejército en las calles?
–Eso lo tienen que evaluar con mucho cuidado: que los militares regresen a los cuárteles. Los ejércitos están pensados para tareas relacionadas con la preservación de la soberanía, el tema de las fronteras y cierto tipo de movimientos antidemocráticos. Declarar las guerras es fácil, terminarlas bien es difícil. En México el manejo del tema de los zapatistas [después de su alzamiento armado en 1994] fue muy bueno a mi juicio, tomando el riesgo de que mi conocimiento es muy parcial, el haber permitido una convocatoria [para llegar a la capital del país], el haber permitido que con el movimiento tomara fuerza la cuestión literaria y poética le salió bien, pero el tema de los narcos sí es muy problemático.
–Acaba de decir que terminar una guerra es difícil. Entonces, ¿quiere decir que se esperan años más difíciles para México en materia de paz y seguridad para sus ciudadanos?
–Cuando escucho sobre lo que pasa en México siempre siento que el orgullo mexicano debería llevar a no dejar morir a un solo mexicano más. Me choca que los mexicanos se maten entre sí para alimentar una economía, un negocio, que al otro lado de la frontera no provoca esa violencia.
–¿Cómo se puede terminar esta guerra contra el narco?
–Tienen que encontrar funcionarios en los que crea la gente.
LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
El también filósofo es una figura emblemática entre quienes promueven la democratización de los sistemas políticos, ya que durante su primer periodo como Alcalde de Bogotá desterró a los políticos y colocó académicos en los puestos más importantes del gabinete.
Otra de sus características fue que antes de construir nuevas obras, saneó las finanzas municipales. Logró reducir las muertes violentas prohibiendo el uso de “artefactos pirotécnicos por particulares” así como el desarme total de la ciudad.
Se le recuerda por haber adoptado medidas para mejorar la movilidad e imponer un impuesto al uso de la gasolina como un intento por incentivar el uso de transportes alternativos.
–¿Qué relevancia cobran en un escenario como el que vive México figuras en las que se empodera al ciudadano, como la legalización del referendúm y de candidatos independientes a puestos de elección popular?
–Hemos trabajado muy vacíamente en instrumentos para mejorar la ley. Nuestra hipótesis es que la gente tiene que cambiar normas morales y sociales y con un mecanismos como el referéndum sería un bueno hacerlo, pero en general confiamos más en los cambios culturales que en los legales. Claramente, siempre por métodos pacíficos, no sustituyendo a la justicia.
LAS LECCIONES PARA EL DF
En 2010, Mockus Šivickas colaboró con el Gobierno del Distrito Federal (GDF) en un programa que buscaba cambiar los hábitos en los ciudadanos, mejorando los espacios públicos, la convivencia y el aprovechamiento de los recursos naturales.
Aunque se obtuvieron algunos logros, como el limpiar el primer cuadro de la Ciudad de México de chicles pegados en las banquetas, la falta de confianza en las instituciones impidió un mejor aterrizaje de esta colaboración.
“En el Distrito Federal la confianza en las instituciones era prácticamente la mitad que la que había en otras ciudades de América Latina, al menos en los políticos y el Congreso [la Asamblea Legislativa]; era un poco mayor en los profesores, a veces en la Iglesia y a veces en el Ejército”, recordó.
Un caso crítico, de acuerdo con encuestas aplicadas por Corpovisionarios en ese tiempo era el de los políticos, ya que únicamente el 8 por ciento de los capitalinos confiaba en ellos.
En el caso de las policías el promedio de confianza era del 12 por ciento, mientras que en los jueces y órganos judiciales era de 15 por ciento.
“En Bogotá la confianza en las policías andaba entre tres veces más que en México”, expresa.
Aunque señala que en la capital mexicana se siguieron sus recomendaciones, en 2012, con el cambio de gobierno, se dejó de estar en contacto con sus autoridades.
A manera de conclusión, el ex Alcalde Bogotá asegura que cualquier sociedad funcionan en la medida que se respetan las normas, la institucionalidad y la Ley.
Advirtió que es difícil una reconciliación entre los funcionarios y sus ciudadanos cuando se sienten lastimados por actos de corrupción porque cuando un gobierno viola las leyes le da a la sociedad mecanismos de reemplazo de su autoridad, que llevan a la gente a reaccionar por cuenta propia. “Hay riesgos enormes de que surjan bandas que ejerzan la limpieza social o linchamientos. En México ha habido acciones muy problemáticas por la falta de acción [de las autoridades]. El surgimiento de grupos que hacen justicia por mano propia desinstitiucionaliza y acostumbra a la gente a buscar atajos extra legales, eso es lo menos recomendable que se puede tener”, plantea.