Abarrotada como el camarote de los hermanos Marx. Así se presenta la carrera republicana a la Casa Blanca en 2016, las primarias más concurridas de la historia moderna de Estados Unidos con 17 candidatos.
La primera fotografía del abultado plantel conservador llegará hoy con la celebración de los dos primeros debates electorales: dos, porque reunir a todos los candidatos en un mismo plató sería caótico.
La cadena Fox, que emitirá el debate desde Cleveland (Ohio), se ha visto obligada a dividir a los candidatos en dos tandas: los diez más populares por un lado y los siete más rezagados en las encuestas por otro.
Para hacer esta clasificación, el canal conservador ha utilizado una media de cinco sondeos nacionales recientes elaborados por su propio equipo, Bloomberg, CBS News, y las universidades de Monmouth y Quinnipiac.
La competitividad de estas primarias ha puesto las cosas muy difíciles a candidatos que llegaron a sonar como favoritos, como el gobernador de Nueva Jersey Chris Christie, y a políticos que ya lo intentaron en 2012, como el exgobernador de Texas, Rick Perry, y el exsenador por Pensilvania, Rick Santorum.
Si ya era difícil hacerse oír entre casi una veintena de candidatos, la situación se complicó aún más el 16 de junio, cuando el magnate Donald Trump irrumpió en la carrera con unos comentarios polémicos que le han permitido adueñarse de todos los focos durante más de un mes.
El día del anuncio de su campaña, Trump lanzó una serie de ofensas contra los inmigrantes mexicanos, de las que nunca se retractó, y a las que han seguido nuevos exabruptos y salidas de tono.
Así, el magnate, de quien no se esperaba más que un toque de color en esta campaña, se ha situado a la cabeza de las encuestas y monopoliza todas las conversaciones electorales gracias a una continua cobertura mediática.
Esta noche ocupará, de manera muy simbólica, el centro del plató del debate principal y se espera que exhiba su posición de fuerza ante el resto de candidatos, que se debaten entre hacer un “todos contra Trump” o ignorarlo para no darle más protagonismo.
“Imagínese a un piloto preparándose mentalmente para una carrera en la que sabe que uno de losconductores estará borracho. Así es preparar este debate”, comentó recientemente al diario The Washington Post un asesor del gobernador de Ohio, John Kasich.
Kasich, como otros candidatos que necesitan hacerse más conocidos, podría aprovechar laoportunidad de atacar a un gigante como Trump, ya que no tiene mucho que perder.
Sin embargo, para los candidatos con más posibilidades, como el exgobernador de Florida Jeb Bush o el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, lanzarse contra el imprevisible magnate podría representar una operación demasiado arriesgada.
A Bush, el primero en insinuar sus aspiraciones presidenciales a finales de 2013, la populosa carrera republicana le ha dejado un escenario menos plácido del que habría imaginado meses atrás cuando para todos era el gran favorito a años luz del resto.
Aunque sigue en los primeros puestos de los sondeos y goza de una capacidad recaudatoria que no tiene ninguno de sus contrincantes en las primarias, Bush no lo está teniendo nada fácil para situar su mensaje y presentarse como “el candidato”.
El hijo y hermano de presidentes entró en el debate principal de la Fox segundo, seguido de Scott Walker, Mike Huckabee, Ben Carson, Ted Cruz, Marco Rubio, Rand Paul, Chris Christie, y John Kasich.
Como en la mítica escena de la película “Una noche en la ópera” (1935), el camarote de los hermanos Marx en el que se han convertido las primarias republicanas deja sin mucho aire ni espacio a los candidatos conservadores y subraya aún más la holgura con la que la favorita demócrata, Hillary Clinton, camina por la campaña de su partido, frente a solo cuatro contrincantes menores.
Agencia EFE