En México falla todo y parece no haber una luz: Javier Valdéz, autor de Huérfanos del Narco

Si en Los morros del Narco, el periodista sinaloense Javier Valdez Cárdenas, nos abría los ojos ante la cruda realidad de los niños sicarios, piezas intercambiables y desechables en la gran maquinaria de la muerte, con Los huérfanos del Narco, editado recientemente por Aguilar, el director del semanario RíoDoce construye un espejo donde poder y deber mirarnos limpiamente, con actitud autocrítica.

Una colección de testimonios desgarradores sobre la generación perdida, una generación afectada por la violencia del crimen organizado y el narcotráfico, constituye también el mapa de nuestro fracaso como sociedad, señala el medio Sin Embargo.

¿Qué harán los niños que han quedado huérfanos tras los más de 100 mil muertos que ha dejado la batalla contra el crimen organizado?, ¿Quién los cuida?, ¿Quién los ama?, ¿Dónde viven?, ¿Dónde está el futuro de México, si hay toda una generación que ha crecido al calor de la violencia?

¿Por qué son pocos los que hablan de esta problemática?, ¿Qué se está haciendo en el país para cobijar a un grupo tan vulnerable?, ¿Quién les cura las heridas llenas de sangre, rabia y amargura a los huérfanos de la guerra del narcotráfico?

Son muchas preguntas y casi todas sin respuestas, pero que bien vale el trabajo periodístico de un hombre que no ceja en su lucha por informar lo que verdaderamente pasa en México, porque esa tarea humanista y necesaria es el gran juramento Hipocrático de la profesión.

Esta vez, su objeto de estudio son niños y niñas de tres, cinco o nueve años, “muchachas descalzas, adolescentes perdidos, con casa o desplazados, con ilusiones o intensamente deprimidos, son huérfanos que perdieron a sus padres por la violencia y los levantones, por tortura o asesinato. Son hijos de narcos o policías, de trabajadores del campo o de maestros, hijos desolados de oficinistas, mecánicos, amas de casa, comerciantes… son víctimas de la violencia que carcome a nuestro país”, según dice el propio autor en entrevista con SinEmbargo.

Escribí este libro porque me gustaría que sus historias movieran levemente una conciencia”, dice Valdez. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo
Escribí este libro porque me gustaría que sus historias movieran levemente una conciencia”, dice Valdez. Foto: Luis Barrón, SinEmbargo

“Escribí este libro porque me gustaría que sus historias movieran levemente una conciencia, aunque sea una sola conciencia que dijera ya basta a la impunidad, al abuso y a la violencia contra quienes no pueden defenderse, contra inocentes y desamparados; lo escribí para acercar al lector el rostro y sentimientos de estos niños con lágrimas, sonrisas, mocos, heridas, recuerdos torcidos y semblantes hermosos aun en la más jodida realidad”, afirma.

Javier Valdez Cárdenas nació en Culiacán, Sinaloa, en 1967. Desde 1998 es corresponsal del periódico nacional La Jornada y es reportero fundador del semanario Ríodoce.

Algunas de sus crónicas han sido publicadas en Proceso, Gatopardo y Emeequis. Es autor de los libros De azotea y olvidos, Malayerba, Miss Narco —finalista del premio Rodolfo Walsh en la Semana Negra de Gijón, España, 2010—, Los morros del narco, Levantones y Con una granada en la boca. En octubre de 2011, el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) le otorgó en Nueva York el Premio Internacional a la Libertad de Prensa, “por su valiente cobertura del narco y ponerle nombre y rostro a las víctimas”.

Colabora en el blog Nuestra Aparente Rendición (NAR). En 2011, él y Ríodoce recibieron el premio María Moors Cabot, que otorga la Universidad de Columbia, Nueva York, y en 2013 Valdez y todo el equipo de este semanario recibieron el premio PEN Club a la excelencia editorial.

–Últimamente en México falla todo…

–Puta madre, todo está de la chingada. Falla todo y no parece haber luz. Como que estamos en tiempos muy oscuros. De repente hay relámpagos esperanzadores, pero no ocurren muy seguido.
–Tu libro es un recuento que se presume infinito

–Sí, son historias que no terminan, no tienen un punto final, son puntos suspensivos. Las desapariciones empezaron hace poco y ahora dejaron de estar ubicadas en regiones. El tema se agrava y se extiende por todo el territorio nacional, entre otras cosas, merced a un gobierno insensible, indolente, metido en la voracidad de los negocios…lo más preocupante somos nosotros, la sociedad. No acompañamos a los padres en la búsqueda de los desaparecidos, no queremos saber, porque duele saber, duele verlos, porque oírlos, conocer esos casos, es molesto e implica una responsabilidad.

–Duele también la indolencia del Gobierno, como dices

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