Por Militza Díaz
El uso de animales en terapia se inició en Inglaterra en 1792 en un asilo de ancianos para luego expanderse a otros países. En años posteriores la Cruz Roja también usó animales en el tratamiento de convalecientes de guerra. Pero fue sólo hasta 1969, cuando en Estados Unidos el Dr. Boris Levinson descubrió que su perro ayudó a un niño que iba a terapia a salir de su ensimismamiento que se empezó a investigar y utilizar este tipo de terapia como tratamiento para pacientes con problemas psicológicos. Desde entonces se han hecho y se siguen haciendo muchas investigaciones sobre los beneficios del uso de animales como conejos, pájaros, borregos, caballos y otros en el tratamiento de la hiperactividad, déficit de atención, depresión, etc. A través de estos estudios también se ha descubierto que la exposición a animales baja el ritmo cardiaco y la presión arterial. En general, las personas que tienen contacto cercano con los animales tienden a ser más sanas. El acto de acariciar y compartir con los animales hace que el cuerpo produzca endorfinas (hormonas que se liberan al tener una sensación de bienestar) y éstas a su vez ayudan al sistema inmunológico a funcionar mejor; éstos beneficios se aprecian aún en personas que se encuentran inconscientes en hospitales. Aún cuando el contacto con los animales es beneficioso para todos simplemente a través del contacto con ellos, cuando se trata de un problema psicoógico o emocional que deba ser tratado a base de terapia, es necesario que el terapeuta sea una persona capacitada y con entrenamiento psicológico para poder detectar la raiz del problema y determinar cual es el mejor tratamiento a seguir.