Armas autónomas: el nuevo temor global en la era posnuclear

Hubo un tiempo en que la mayor amenaza en caso de guerra era estar en lugar y el momento inadecuados, cuando las tropas enemigas asaltaran un poblado con sus ballestas preparadas para matar a cualquiera que se opusiera a su paso. Luego poco a poco el arsenal a disposición de los soldados se fue perfeccionando, dando paso a las pistolas y otras armas de fuego.

Un poco más tardaron en llegar los aviones que destruían edificios enteros lanzando una bomba al uso. Y hasta la II Guerra Mundial no conocimos el terror de las bombas nucleares y las armas de destrucción masiva modernas, capaces de aniquilar ciudades enteras en apenas segundos.

Desde entonces, Guerra Fría mediante, el mayor miedo de la sociedad mundial ha sido que se produzca un bombardeo cruzado de estos arsenales nucleares -con Estados Unidos y Rusia como acicates- que destruyera gran parte del planeta que hoy conocemos, además de provocar unas consecuencias medioambientales devastadoras.

Pero, en el siglo XXI, quizás deberíamos dirigir nuestras pesadillas hacia unas amenazas de nuevo cuño que poco a poco van encontrando su espacio en los planes estratégicos de los ejércitos.

No, no nos referimos a la ciberguerra, tema por otro lado sobradamente tratado en TICbeat. Hablamos de una amenaza física, el arma definitiva que podríamos decir. Un arma que, además, no debe ser portada por ningún soldado ni por un vehículo pilotado por una persona de carne y hueso. Estamos ante armas autónomas, máquinas capaces de matar por si solas sin que nadie tenga que apretar físicamente el gatillo.

“La autonomía tiene muchas definiciones e interpretaciones, pero generalmente se entiende que es la capacidad de una máquina para realizar una tarea prevista sin intervención humana mediante la interacción de sus sensores y la programación de la computadora con el entorno“, explican Maaike Verbruggen (Research Assistant en el proyecto de Lethal Autonomous Weapon Systems en SIPRI) y el Dr Vincent Boulanin (Researcher en ese mismo proyecto) en un trabajo elaborado para el Stockholm International Peace Research Institute.

“La autonomía puede crearse o mejorarse mediante el aprendizaje automático. Pero el uso del aprendizaje automático en los sistemas de armas sigue siendo experimental, ya que sigue planteando problemas fundamentales con respecto a la previsibilidad”.

Esta tendencia hacia la automatización no es nueva en el ámbito militar ya que, como destacan estos expertos, se viene utilizando desde hace tiempo para respaldar diversas capacidades en los sistemas de armas, incluida la movilidad, la focalización, la inteligencia, la interoperabilidad y la gestión de los riesgos. Por ejemplo, los sistemas de reconocimiento automático de objetivos (ATR), que permiten a los sistemas de armas identificar objetivos de forma autónoma, existen desde la década de 1970. Pero estos sistemas aún tienen una inteligencia perceptiva y de toma de decisiones limitada. “Su rendimiento se deteriora rápidamente a medida que los entornos operativos se vuelven más desordenados y las condiciones climáticas se deterioran”, afirman Verbruggen y Boulanin.

Igualmente, los sistemas de armas existentes que pueden adquirir y utilizar objetivos de forma autónoma son en su mayoría sistemas de defensa. “Estos están operados bajo supervisión humana y están destinados a disparar de manera autónoma solo en situaciones donde el tiempo de participación se considera demasiado corto para que los humanos puedan responder”, añaden los investigadores.

Entonces, ¿qué es lo que ha cambiado para que ahora nos planteemos el uso de drones autónomos y misiles inteligentes como nunca antes? ¿Qué ventajas -si es que hay alguna en una guerra- encuentran los ejércitos en esta tecnología?

“Estados Unidos recientemente ha destacado la autonomía como piedra angular de sus cálculos de capacidad estratégica y planes de modernización militar. Esto parece haber desencadenado reacciones de otras potencias militares importantes, especialmente Rusia y China”, señala el Stockholm International Peace Research Institute.

“Los planificadores militares creen que la autonomía permite a los sistemas de armas lograr una mayor velocidad, precisión, persistencia, alcance y coordinación en el campo de batalla”.

Tampoco hemos de desdeñar el factor económico en esta ecuación. “Se cree que la autonomía brinda oportunidades para reducir los costes operativos de los sistemas de armas, específicamente a través de un uso más eficiente de la mano de obra”.

Todavía incipiente
Aunque ya se conocen operaciones en las que drones han atacado objetivos militares, su funcionamiento de forma 100% autónoma sigue siendo experimental y poco extendido. O, al menos, mucho menos de lo que muchas películas y series de acción pretenden hacernos creer. Y ello se debe a una amplia variedad de obstáculos que, hoy por hoy, relegan las armas autónomas a la condición de (preocupante) promesa (inminente).

“Los sistemas autónomos necesitan ser más adaptables para operar de manera segura y confiable en entornos complejos, dinámicos y antagónicos“, admiten Verbruggen y Boulanin. “Se deben desarrollar nuevos procedimientos de validación y verificación para sistemas adaptativos o capaces de aprender”.

Igualmente, el derecho internacional incluye una serie de obligaciones que restringen el uso de capacidades de focalización autónoma. Entre ellas, se requiere que siempre haya un control humano o supervisión sobre el comportamiento del sistema de armamento para evitar daños contra la población civil innecesarios. Precisamente, para evitar que esta norma se flexibilice, estamos asistiendo a un número creciente de presiones normativas de la sociedad civil en contra del uso de la autonomía en el ámbito militar. “Esto hace que el desarrollo de sistemas autónomos de armas sea un tema potencialmente políticamente delicado para los militares y los gobiernos“, afirman los expertos.

Pese a ello, debemos estar alerta. De hecho, el empleo de drones ha sido una de las técnicas preferidas del gobierno de Barack Obama para mantener su control militar en Pakistán, Yemen, Somalia o Libia; países en los que Estados Unidos ha realizado unos 473 ataques distintos desde 2009, arrojando no sólo la muerte de otros tantos terroristas e insurgentes, sino también de entre 64 y 116 civiles, según cifras oficiales de la CIA.

Fuente: Sin Embargo


Source: Crealo