En 1835 llegó al Zoo de Londres el primer chimpancé para fascinar a sus visitantes. Luego llegaría Jenny, una orangután a la que vestían con ropa de mujer. La reina Victoria visitó la exhibición y quedó horrorizada ante la visión del animal: “Espantoso, dolorosa y desagradablemente humano”. Pero no a todos provocaba el mismo pavor: “Al ver la misma orangután y chimpancé en el mismo zoológico, Darwin reaccionó de manera bien distinta, invitando a cualquiera que estuviera convencido de la superioridad humana a que fuera a echar un vistazo. Donde la reina veía una amenaza, Darwin sintió una conexión”, escribía el primatólogo Frans de Waal.
Desde que conocemos a los grandes simios, nos hemos sentido atraídos por su mirada, pero al mismo tiempo muchos han tratado de establecer fronteras claras que nos diferenciaran. Características y capacidades propias de los humanos que ningún animal posea, ni siquiera nuestros primos los chimpancés. Se alzaron murallas entre ellos y nosotros con el uso de herramientas, con la memoria, con el pensamiento, con la autoconsciencia o con la empatía. Todos han ido cayendo. Y hoy un estudio publicado en Science derriba otro más: los grandes simios también son capaces de entender lo que alguien está pensando, incluso cuando esa idea choca con sus propios conocimientos.
Se llama la teoría de la mente a esta facultad de anticipar intenciones y pensamientos en los demás. En 2007 se realizó un experimento que marcó esta conjetura al poner a prueba esta capacidad predictiva en niños pequeños. Ante los ojos de un crío de dos años, se introduce un objeto en una de las dos cajas que hay sobre la mesa. Un actor presencia la secuencia y posteriormente se retira, sin ver lo que sucede después. Entonces, se saca el objeto de caja sin que el actor lo sepa. Hasta ese momento, se pensaba que niños tan pequeños no podían saber lo que otro no sabe: es decir, si el niño ve que el objeto ya no está allí supondría que todo el mundo lo sabe igual que él. Sin embargo, en este estudio Victoria Southgate comprobó que los niños de tan solo dos años sabían que el actor, al regresar, buscaría el objeto en la caja que ya estaba vacía. Los niños entendían que la otra persona no sabía aún que habían cambiado de sitio el objeto: leían su mente, adivinando qué conocimientos tiene y qué ideas erróneas les llevan a tomar una decisión fallida.
“Fue una sorpresa, nunca se había observado que fueran capaces de anticipar que alguien tiene una creencia falsa”, explica el primatólogo Josep Call
Los investigadores que publican hoy en Science su trabajo realizaron este mismo experimento con chimpancés, bonobos y orangutanes para poner a prueba la teoría de la mente en grandes simios. Usando un sofisticado sistema de seguimiento de la mirada (probado en simios en un experimento anterior), los científicos saben exactamente lo que están mirando cuando se les plantea un reto como el de los niños y las cajas. En la mayoría de los casos, estos animales miraron la caja vaciada: sabían que el actor se iba a equivocar y buscaría el objeto donde estaba al marcharse. Fueron perfectamente capaces de anticipar su acción porque comprenden lo que hay, y lo que no hay, en la mente del otro. Incluso cuando choca con su propio conocimiento, porque ellos ya saben dónde está realmente el objeto.
“Fue una sorpresa, realmente llevamos mucho tiempo trabajando en esto y nunca se había observado que fueran capaces de anticipar de forma tan precisa que alguien tiene una creencia falsa”, explica el primatólogo Josep Call, coautor del estudio. Para Call, de la Universidad de St. Andrews y director del Wolfgang Köhler Primate Research Center del Instituto Max Planck, el segundo avance importante es mostrar que los simios estaban decidiendo sobre algo que ya no está allí. “Ellos saben que ya no está. Contraponen una perspectiva real con una virtual, la del objeto en su sitio original, porque saben que es algo real en la mente del otro. Estamos hablando de habilidades cognitivas bastante sofisticadas”, asegura. Los primatólogos no pierden de vista las investigaciones de los psicólogos que investigan con niños porque los problemas de método para trabajar son similares, al carecer de lenguaje y de otras funciones básicas que los humanos desarrollan con el tiempo.
“Es probable que esta capacidad sea por lo menos tan antigua como el último ancestro común de los seres humanos y los otros simios”, concluye el estudio
El prestigioso primatólogo Frans de Waal escribe también en Science sobre este resultado, que considera un gran avance porque la teoría de la mente “es ampliamente considerada exclusiva de los humanos”. “Sin embargo”, añade, “dados los resultados, esta afirmación está empezando a tambalearse”.
De Waal asegura que este hallazgo es importante también en el campo del debate sobre la importancia del lenguaje para entender una secuencia compleja como la planteada a los simios. Call coincide: “Se dice que solo el lenguaje puede permitir la adquisición de pensamientos cognitivos complejos. El lenguaje no pudo evolucionar de la nada, necesita fundamentos cognitivos”. Según explica el primatólogo, este estudio aporta más datos para mostrar que el lenguaje surge a partir de un “mosaico de capacidades” que ya estaba presente en los ancestros que compartimos con los grandes simios, entre las que estaría la teoría de la mente. “Es probable que sea por lo menos tan antigua como el último ancestro común de los seres humanos y los otros simios”, concluye el estudio.
El hallazgo es muy importante desde un punto de vista de la evolución del lenguaje y de las habilidades de nuestros ancestros
En cuanto a lo que este trabajo implica sobre las diferencias y similitudes entre humanos y los grandes simios, Call pisa el freno a la especulación: “Es un pequeño ladrillo dentro de una construcción mucho mayor. Hemos visto algo que no conocíamos hasta ahora, pero no significa que me haya quedado sin trabajo y que ya no haya nada que estudiar”, bromea. Y apunta: “Si queremos determinar lo que nos hace humanos, lo que tenemos solo nosotros, podemos mirar uno a uno elementos especiales, como la teoría de la mente. Y se demuestra que no es así, que otros simios también los tienen”. “La diferencia”, sugiere el científico, “está en la combinación de estos elementos”.
Fuente: El País