El diagnóstico era sencillo. El pequeño Angelito, que apenas había cumplido los dos años, tenía una inflamación en el estómago. El médico de un centro de salud en Apatzingán, Michoacán, les había recetado un medicamento e indicaciones para que se aliviara pronto, era una inflamación bastante común. Unos días después, sin embargo, el bebé no mejoraba, seguía mal, unos gritos y retorcijones evidenciaban que era un asunto serio.
El 2 de febrero de 2018, desesperada, la madre llamó a su suegro y le contó que su bebé tenía comportamientos muy extraños. Le sorprendían esos gritos y, a pesar de las pocas palabras que el pequeño apenas balbuceaba, para ella, tenía delirios que eran anormales. Su suegro entonces le implantó una sospecha: tal vez era cosa del demonio.
La mamá de Angelito lo llevó con un sacerdote del barrio y le contó toda la situación. Aunque el médico les había dicho que era una inflamación nada extraordinaria, ella seguía creyendo que quizás era el diablo. El cura, para dejarla más tranquila, le haría una pequeña oración en misa. Todos los feligreses rezarían por la salud del pequeño. Pero no fue suficiente. “No sé cómo explicarlo, pero el niño se siguió agravando más […], tenía como alucinaciones, delirios”, declararía la madre ante la autoridad, unos días después.
Familiares le recomendaron a alguien que pudiera ayudarla. Su nombre era Gilberto Hernández Jiménez, un curandero de Apatzingán que se había hecho de fama entre la gente y almas piadosas de la colonia. Además, para abonar a la trama, era un pariente lejano de su esposo. El 9 de febrero, a las 11:00 horas de la mañana, Gilberto llegó a la casa. La madre lo condujo al cuarto donde estaba el niño con retortijones de estómago. El diagnóstico del brujo fue inminente: en el estómago se le había incrustado una “cosa endemoniada”.
Sólo había que darle una sobada en el estómago, dijo, para que el demonio abandonara la pancita de Angelito. Pero las cosas se complicaron. Según Gilberto, el demonio se resistió y tuvo que golpear y romperle las vértebras al niño. Unas horas después, Angelito murió después de un ritual exorcista.
Los exorcismos son prácticas antiguas que persisten y generan controversia. En el país, sólo la Arquidiócesis Primada de México cuenta con sacerdotes especializados en esta práctica y se necesitan permisos eclesiásticos.
Documentos obtenidos en el Poder Judicial de la Federación y los múltiples amparos que Gilberto ha tramitado desde 2021, revelan secretos de un exorcismo que terminó en asesinato y ha llegado a los tribunales de México.
Desde la habitación vio que lo había atado
Desde 2021, Gilberto Hernández Jiménez ha tramitado distintos recursos judiciales ante el Tribunal Colegiado en Materia Penal de Morelia, para intentar desacreditar las declaraciones de la madre de Angelito e invalidar una sentencia de 25 años en prisión por asesinato calificado. Es por demás extraño leer, página por página del expediente, cómo los involucrados realmente creyeron que Angelito estaba poseído, lo que condujo a su muerte. Decían que sí, estaba poseído, que sí, el diablo se adueñó de su espíritu.
Pero lo más estremecedor de este caso es la historia del día en que murió. A las 11:18 horas, dice el expediente, Gilberto entró al cuarto. La última imagen que tiene la madre es Angelito acostado, cubierto con una cobijita blanca, el último recuerdo de su niño vivo.
El exorcista le dijo que saliera de la habitación y ella obedeció emparejando la puerta. “Le quería dar la oportunidad de que lo pudiera ayudar, porque solamente le iba a dar una sobada en el estómago, para así sacar lo que el niño tenía adentro, una cosa endemoniada, le estaba atacando en el estómago”, dijo la madre.
Pero después empezó a escuchar ruidos que ella “no sentía buenos”, quejidos y llantos. La mujer corrió al cuarto y vio que su niño estaba atado de los pies, “todo el cuerpecito ya lo tenía atado con unas vendas de color blanco”. Gilberto, al verla sorprendida, le dijo que era necesario estrujar su cuerpo para sacarle el demonio.
Su madre vio desde la puerta que le estuvo “remolineando” los cabellos al niño, “para que le pudiera hacer salir el demonio”, dijo el exorcista. “Lo agarró y le estaba remolineando la cabecita fuertemente, lo tenía sujeto y al mismo tiempo con una sola, y con la otra lo estaba deteniendo, lo estaba sosteniendo del antebrazo”.
Después de unos minutos, su madre reaccionó finalmente y le quitó al niño de las manos a los gritos y lo empujó, le dijo que no estaba bien. Éste sólo le espetó que ella era un espíritu débil. La mujer con todas sus fuerzas empujó al charlatán hasta sacarlo del cuarto.
El C5 recibió de Lázaro Cárdenas la llamada de auxilio
Cuando logró arrebatarle al niño, vio que estaba muy mal: empezó a vomitar, tenía sangre y ya no reaccionaba. Su piel estaba cambiando de color. Pronto llegó su esposo, vio como Gilberto estaba parado al lado de su esposa, quien desconsolada trataba de reanimar a Angelito y lo desamarraba del cúmulo de vendas que lo tenían atado. El padre comenzó a tocarlo y a darle respiración de boca a boca para reanimarlo. Finalmente llamaron a Protección Civil, cuando se dieron cuenta de que el niño respiraba despacito.
“Cuando llegué, ya casi, ya no tenía pulso, casi ya no respiraba […] prácticamente ya no latía su corazón. Me dijeron que tenía un demonio dentro”, declaró su padre ante un tribunal de Apatzingán unos días después. La madre dice que el exorcismo duró apenas 20 veinte minutos y que Gilberto hasta el final mantuvo la versión de que su niño tenía que ser curado de una presencia demoníaca que lo acechaba.
Ese 9 de febrero, el C5 de la región de Lázaro Cárdenas, a las 13:18 horas, recibió la llamada: un menor con problemas respiratorios estaba en una casa de Apatzingán agonizando. Unos 15 minutos después, la ambulancia llegó a la casita y se dieron cuenta de inmediato que el niño estaba muerto.
Un reporte revela que un policía de la zona entrevistó a la madre y llegó a una conclusión: “el ‘modus operandi’ es un menor que falleció al ser curado por un exorcismo”. Se lee además: “Dentro de las investigaciones que realizó, se logró establecer que fue por las lesiones que sufrió, porque era exorcizado por su tío político”.
El charlatán continúa interponiendo recursos legales
Un médico forense de la Procuraduría General de Justicia del Estado determina que durante el exorcismo Angelito sufrió una equimosis por debajo del ojo derecho, una lesión en la región malar del lado izquierdo, conocida como mejilla o cachete, y otra lesión en lo que fue abdomen, región infraumbilical, lesiones circulares en la muñeca de las manos, y lesiones circulares en lo que son los pies y la lesión mortal: en las cervicales.
“Toda lesión que tenga una sección en la médula a nivel cervical, es mortal por sí misma al dañar un órgano vital; que la luxación pudo ser generada por un golpe hasta un movimiento provocado por alguien más, en este caso hacia el menor, ese movimiento pudiera ser, de que lo agarren del cuello, lo que es el mentón”.
Gilberto Hernández fue sentenciado a pasar 25 años en prisión el 25 de septiembre del 2019 por el delito de homicidio calificado, en agravio de Angelito y tiene que pagar desde entonces 449 mil pesos a la familia. Sin embargo desde 2021, no deja de interponer recursos para comprobar que él sólo quería sacarle el demonio.
Con información de Milenio
Source: Crealo