Recibir nalgadas siendo niño no es un buen castigo

Todos hemos sido pequeños monstruos en algún punto de nuestro pasado. Es posible que nuestros papás hayan escogido diferentes formas de disciplinarnos en algunos momentos, pero el dolor de una nalgada, un golpe o una buena tunda es algo que muchos de nosotros también recordamos como respuesta a una actitud indisciplinada por nuestra parte. Las encuestas muestran que dos tercios de los padres estadounidenses le han dado nalgadas a sus hijos como una táctica de disciplina, aunque su efectividad y resultados han sido objeto de debate durante mucho tiempo.

La mayoría de los psicólogos y médicos ahora están de acuerdo en que los niños a los que les dan nalgadas podrían ser lastimados, y no solamente en un sentido físico. Es probable que los niños que reciben nalgadas se vuelvan aún más rebeldes, según estudios de investigación. Además, pueden desarrollar relaciones más distantes con sus padres y también puede que confundan los límites entre el amor y la agresión física en la medida que se vuelven adultos, dice Jeff Temple, profesor de psiquiatría en la Universidad de Medicina de Texas en Galveston.

En un estudio publicado en The Journal of Pediatrics, el grupo de Temple descubrió que las personas que recibieron nalgadas siendo niños tenían 1,3 veces más probabilidades de volverse agresivas con las personas con las que salieran en una cita en el futuro. “No todos los que recibieron nalgadas continuarán perpetrando violencia”, dice Temple, “pero creo que eso los predispone un poco más a ver la violencia como un medio para resolver un conflicto”.

De hecho, las investigaciones consistentemente han mostrado, que los adultos que fueron golpeados cuando eran niños, tienden a desarrollar más un rango de problemas de salud mental, desde ansiedad y depresión hasta abuso de alcohol y drogas. El estrés crónico de los castigos de la infancia puede incluso perjudicar su salud física como adultos, poniéndolos en un riesgo más alto de enfermedades del corazón, artritis y obesidad.

“Dar nalgadas parece ser empíricamente similar al abuso físico”, dice Tracie Afifi, una epidemióloga psiquiátrica de la Universidad de Manitoba en Canadá, quien recientemente dirigió un gran estudio que confirma los efectos duraderos de las nalgadas. “La diferencia entre las nalgadas y el abuso es una especie de zona gris. Es por eso que es tan preocupante “, dice.

No ha ayudado el hecho de que los castigos físicos sean legales en Canadá y Estados Unidos. Cincuenta y tres países han prohibido explícitamente la práctica, pero golpear está profundamente arraigado en nuestra historia y cultura. Para muchos, es la norma aprendida de sus padres y sus abuelos. Y en algunos estados de Estados Unidos, a los profesores de colegios públicos les permiten golpear a sus estudiantes para corregirlos o castigar su comportamiento.

Pero eso no significa que los padres que golpearon a sus hijos o que aún apoyan las nalgadas sean malos papás, dice Afifi. La mayoría están ocupados y estresados, son duros un día e indulgentes al siguiente. “Probablemente pensaron que estaban haciendo lo mejor que podían para disciplinar a sus hijos”.

¿Y qué si me dieron nalgadas cuando era niño? Salí bien, puedes pensar…Y probablemente estés bien. “La mayoría de las personas que recibieron nalgadas no van a tener efectos negativos”, dice Temple. Es más probable que tengas problemas si recibiste nalgadas cuando eras niño que si no las hubieras recibido, pero no es como que tu futuro se haya dañado irrevocablemente.

Sin embargo, si sientes que ha habido efectos persistentes en tu vida, es bueno identificarlos y hablar de ellos con un profesional en lugar de minimizarlos, dice Temple. “Una vez que estás en esa etapa, y te das cuenta de que fue una basura y que tienes efectos negativos, puedes comenzar a manejar esos efectos”.

Sin embargo, algunos siguen sin estar convencidos de los daños que provocan las nalgadas. Un pequeño grupo de médicos e investigadores continúa argumentando que estas son benéficas o—al menos— que sus efectos en la edad adulta están siendo exagerados. Eso es porque lo mejor que pueden hacer los científicos es comparar retroactivamente lo que les sucede a los niños que son castigados con aquellos que no lo son. Y los niños que incitaron las nalgadas pueden ser más difíciles o delictivos para empezar. “Las investigaciones muestran que las personas que pasan sus noches en los hospitales, cuando salen ,en promedio, tienen peor salud física que el resto de nosotros. Pero eso no significa que el hospital los empeoró”, dice Robert Larzelere, un psicólogo de la Universidad Estatal de Oklahoma.

Las razones de los padres para golpear también pueden hacer la diferencia, dice Larzelere. “Como con todas las tácticas disciplinarias, depende de cómo sea llevada a cabo [dar nalgadas] por los padres, cuándo la usen y qué tan severo o frecuente sea su uso”.

Pero no importa la razón que tengan los padres para dar nalgadas, una abrumadora cantidad de evidencia indica que ésta podría ser una técnica inefectiva. “Nunca hay un punto en el que dar nalgadas se vuelva una cosa positiva” dice Elizabeth Gershoff, una psicóloga de desarrollo de la Universidad de Texas en Austin. Las nalgadas ni siquiera hacen que los niños se quejen a corto plazo, dice ella.

En lugar de dar nalgadas, la Academia Estadounidense de Pediatría alienta a los padres a enseñar a los niños por qué un comportamiento puede ser incorrecto y a utilizar medios disciplinarios no físicos, como “la ley del hielo” o quitarle privilegios a los niños durante un período de tiempo.

“Realmente no hay ningún argumento en favor de dar nalgadas. Los datos son muy claros sobre esto”, dice Gershoff. Cuando Gershoff y otros científicos encuestaron a más de 12.000 niños en edad escolar el mes pasado, usaron un método estadístico para explicar las diferencias que podrían afectar las experiencias de las personas, como los ingresos de los padres, el nivel de educación, el estado civil, la inseguridad alimenticia, religiosidad, raza, etnia y el estado migratorio. Incluso cuando todos estos otros factores eran irrelevantes, los investigadores encontraron que las nalgadas fueron las que condujeron a problemas de salud conductual y mental más adelante.

“Creo que es hora de que conscientemente decidamos no continuar haciendo esto con la próxima generación de niños”, dice Gershoff. “Simplemente está mal golpear a otras personas, particularmente a las personas más pequeñas de nuestra sociedad que dependen de nosotros”.

Si has llegado a la vida adulta sin daños por los efectos de la mano abierta de un padre en tu trasero, simplemente tienes mucha suerte, dice ella. Es posible que tus padres también hayan fumado a tu alrededor o que no te hayan obligado a usar el cinturón de seguridad, pero ahora sabemos más y tenemos más información.

Publicado en VICE


Source: Crealo