El deporte, lejos del idealismo

¿Cuánto tiempo le toma a una lágrima llegar a la comisura de los labios?, ¿cuántos segundos lleva pensar una mentira?, ¿cuánto duele el dolor del alma?

Dolor y mentira. Acompañantes eternos.

El dolor del alma se siente como si apretaran tu pecho y estómago, te asfixia. Y el dolor también se escribe. Marion lo sabe. En prisión, redactaba extensas cartas a su marido. Recordaba su mentira y se decía “estúpida”. El dolor también se cuenta en monedas, como cuando tienes en tus manos nueve centavos por hora de trabajo. Y duele porque alguna vez en menos de 11 segundos tenías cientos de millones de dólares.

La plata nos hace distintos. Para la ciencia, el dinero cambia “nuestra manera de pensar” y “es como una droga”. “Rechazar un soborno produce más estrés que aceptarlo”. Contundente. El dinero también te “puede hacer peor persona”. En una economía como el deporte, que produce cada año 700,000 millones de dólares, la tentación es para todos. Para jefes, jugadores, entrenadores e instituciones el botín es gigantesco. Suculento platillo.

Marion Jones —quien alguna vez fue la mejor velocista de todos los tiempos — dijo con una mirada retadora ante las cámaras hace 13 años: “Jamás he tomado sustancias prohibidas”. Sus ojos eran dos ametralladoras que dispararon. “Dinero, portadas, una estrella internacional, sexy”. Ésa era su vida. Años después afirmó que en menos de 10 segundos, sentada frente a cuatro agentes federales en su casa, tomó la decisión de mentirles.

En octubre del 2007 confesó en la corte y salió a hablar ante la prensa. “Me acabo de declarar culpable”. Le había mentido al gobierno, al deporte, a su familia, a sus amigos… A ella misma. Se comprobó que tomó sustancias prohibidas y le quitaron las cinco medallas que había logrado en Sídney 2000. No le quedó nada. Fue a prisión seis meses. Jones dejó de ser un nombre y se convirtió en ocho números: 84868005.

“Quiero pedir perdón y que lo puedan encontrar en sus corazones”, dijo aquel día en el que confesó su delito tras salir de la corte. La voz se le hizo mil pedazos cuando dijo: “mentí a mis niños”. Su lágrima necesitó tres segundos para llegar a la comisura de sus labios. Marion fue un pequeño eslabón en la corrupción del deporte, uno más…

¿En qué momento el negocio del deporte se volvió un imperio de la mentira?

* * *
“Donde hay dinero hay corrupción”, dice David Miklos, jefe de redacción de la revista Istor. El deporte empezó a ser negocio —detalla el Comité Olímpico Internacional— a principios de los años 60. La televisión transformó el amateurismo en dinero y así nació el profesionalismo. También llegó la trampa.

Lance Armstrong, quien era el mejor ciclista de todos los tiempos, confesó dopaje en “cada uno de los siete Tour de Francia que gané”; el FBI muestra al mundo la arquitectura de la corrupción con la que operaban los directivos de la FIFA después de mover más de 200 millones de dólares en dinero por sobornos y lavado de dinero; Rusia nos recuerda que las prácticas de Europa del Este durante la Guerra Fría no son una típica película con clichés occidentales, ellos dopaban a sus atletas.

En menos de un año también se culpa a la Federación Internacional de Halterofilia por malversación de fondos, la Federación Internacional de Voleibol tiene acciones en su contra por mala gestión financiera y movimientos políticos; la Unión Ciclista Internacional está manchada por ser cómplice de ocultar dopaje. ¿Seguimos?

“El deporte es un gran negocio asociado con las grandes empresas, proporciona la oportunidad y motivación para las prácticas corruptas”, concluye el estudio “Global Corruption Report: Sport”, realizado por Transparencia Internacional (TI).

Tan sólo entre el tenis y el futbol —de acuerdo con datos de TI, UEFA y la Unidad Anticorrupción de Tenis— hubo en los últimos cuatro años al menos 500 partidos en los que existió amaño o compra de árbitros. Esto significaría que todos los partidos de una temporada de Premier League y 120 más de otra estuvieran arreglados.

“Ciertamente la industria ha crecido demasiado y eso es una llamada a la corrupción… llámalo condición humana o cultural, como quieras decirle”, reflexiona David Miklos de Istor.

¿Qué nos produce el dinero, por qué es tan seductor? La Universidad de Minnesota realizó un estudio para determinar el comportamiento humano al respecto y una de las conclusiones fue: “Nos cambia la manera de pensar”. La Universitat Jaume I de Castellón suscribe que “rechazar un soborno produce más estrés que aceptarlo” y la Universidad de Exeter describió que la teoría del dinero es una herramienta para conseguir lo que queremos de una manera incorrecta, “no nos conformamos con tener el necesario para poder subsistir… es como una droga”.

El deporte llega a todo el mundo y eso significa ingresos en televisión y sponsors. Por ejemplo, cada cuatro años se celebran los Juegos Olímpicos y los costos de organización han aumentado considerablemente. Hace dos años en Sochi, Rusia —en su versión de invierno— se gastaron 50,000 millones de dólares para realizarlos. Y para Río de Janeiro la cifra es de 9,143 millones (algunos políticos están acusados de facilitar a algunas empresas contratos en la construcción de instalaciones y concesiones de transporte). En sólo dos eventos, casi 60,000 millones de dólares, la misma cantidad que destinó China para ayudar a África el año pasado.

“Hay una tradición en la sociología crítica que se ha encargado de cuestionar la industria del deporte como un elemento de desigualdad y excesos capitalistas”, comenta Fernando Trejo Segura, doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Tan sólo por derechos de televisión, el Comité Olímpico Internacional recaudará casi 3,000 millones de dólares y casi 7,000 en los últimos cuatro años por todos los conceptos (patrocinios y TV).

* * *
“Me gustaría decir que mi nombre es Benjamín Sinclair Johnson y que mi marca en la final de 100 metros en estos juegos (1988), este récord del mundo de 9.79, va a durar con seguridad hasta el siglo XXI o incluso por toda una generación, a menos que sea yo mismo quien me supere”.

Cuando sonó el disparo de la final de los 100 metros en el estadio Olímpico de Seúl, Ben Johnson fue el quinto velocista de los ocho participantes en reaccionar, pero después de los 50 metros la distancia se hizo humillante, increíble, imposible para esa época. El oro del canadiense le duró poco, se había dopado.

Hace unos años el diario AS entrevistó a Ben.

—Seguro que con las nuevas tecnologías de hoy hubiera hecho 9.50. En el sprint, la tecnología es mucho. Las pistas de hoy son más duras y rápidas. Y hay mejores drogas (ríe).

—¿Drogas, dice? —le pregunta el periodista.

—Las drogas también son tecnología, ¿no? Las hacen laboratorios especializados que se afanan en ello.

Ben tiene razón; como en el caso del laboratorio BALCO, cuyos tratamientos, se descubrió, seguían muchos velocistas, como Marion. “Yo tenía plena confianza en mi equipo, me daban cosas, pero yo no preguntaba”, recuerda ella.

El dinero no sólo es para las instituciones, también es para los atletas. Pero la riqueza no es equitativa y la falta de distribución del dinero, refiere Transparencia Internacional en su estudio del deporte, es otro de los orígenes de la corrupción.

Por ejemplo, el campeón del torneo de tenis de Wimbledon gana 66 veces más que el jugador que fue eliminado en la primera ronda, el ganador de una competencia de la Diamond League (el circuito de atletismo más importante del mundo) se lleva 10,000 dólares mientras que el último, nada; el mejor en una jornada de la Serie Mundial de Clavados, hasta seis veces más que el último lugar.

“Los atletas son prisioneros de un dilema. En muchas ocasiones a ellos no les gustaría formar parte del dopaje ni mentir, pero no pueden confiar en que sus rivales no lo hagan y, si no entran, sus oponentes tendrán más chances de ganar”, y eso significa perder dinero. Harvard University en The economics of corruption in sports hace una análisis con datos de por qué los atletas caen en el dopaje y prácticas ilegales para ser los mejores. Una de las tesis sostiene que la falta de una mejor repartición de la riqueza es uno de los motivos.

Usain Bolt, el hombre más rápido del mundo y la historia, gana al año 32.5 millones de dólares, según Forbes. A Femi Ogunode, quien nació en Nigeria pero se naturalizó catarí y es el hombre más rápido de Asia, apenas lo respalda Nike. La diferencia entre las mejores marcas de ambos es 0.33 segundos. Casi nada, pero suficiente para que la distancia en sus ingresos sea abismal. “Patrocinar a Ogunode es un grandioso camino para cautivar la audiencia, en Asia está 59% de la población del mundo y es una gran vitrina para tu marca”, se lee en el sitio web de Femi.

“Los atletas que están más expuestos a la presión son aquellos que son más proclives a ser los que tomen sustancias para mejorar su rendimiento”, indica el estudio de la Universidad de Harvard.

Ganar se vuelve un camino adictivo o también una necesidad para subsistir. “En un torneo de tenis los que no son de la élite tienen que avanzar las máximas rondas posibles para sumar dinero, porque eso significa que podrán viajar para otro torneo; en caso de no hacerlo, está en riesgo su temporada”, relata Javier Frana, ex tenista profesional. Justo eso le ocurrió a Leonardo Mayer, un argentino que en el 2007 vino a México y recibió asilo en casa de un periodista, quien también le dio dinero para ir a jugar un torneo a Puebla. Ganó.

Un informe de la Universidad de Carolina del Norte concluye que el dinero cambia el comportamiento humano, aunque “ganar más dinero no nos hace más felices”.

El ex ciclista Tyler Hamilton documentó la mafia y la red de dopaje que montó Lance Armstrong y contaba lo exigente y “despiadado” que era con sus compañeros y sus rivales con tal de ganar a costa de lo que fuera. Tenían dinero pero vivían amargados. El programa de dopaje supuestamente más exitoso de la historia tenía sus consecuencias: la obsesión de ganar y eso significaba millones de dólares.

Tyler cuenta que esa obligación de ser el mejor llegaba hasta los postres. En una ocasión Lance comió dos bolas de helado y al otro día en el entrenamiento sus compañeros pagaron ese pecado entrenando un par de horas más para quemar calorías.

“La corrupción en la industria del deporte es uno de los flagelos más grandes y evidentes, ése es un gran pendiente para el COI”, afirma el doctor Fernando Segura. Ganar por sobrevivir, mentir por estar en el negocio y tener más plata.

* * *
A unos cuantos metros del puerto de Montecarlo —uno de esos lugares del mundo donde comprar un departamento cuesta 400 millones de dólares— se ubica el número 17 de la calle Princesa Florestine. Ahí llegó el pasado 11 de febrero un comunicado vía mail que en cuestión de minutos se conocería a escala mundial. La compañía Nestlé anunciaba que se retiraba como patrocinador de la IAAF, el máximo órgano rector del atletismo mundial. ¿El motivo? Los escándalos de corrupción, las acusaciones de lavado de dinero y sobornos por parte de sus ex directivos encabezados por el senegalés Lamine Diack.

“Hemos decidido poner fin a nuestra asociación con el programa de atletismo infantil de la IAAF con efecto inmediato”, informó Nestlé. Desde hacía cuatro años estaban asociados, pero ya no más.

Las instituciones son la punta de la pirámide de la corrupción en el deporte. En la FIFA, la IAAF, las federaciones internacionales de Halterofilia y de Voleibol, la Unión Ciclista Internacional y muchas más se han destapado casos de corrupción en los últimos tres años. Y eso no pasa desapercibido. “La falta de transparencia en los órganos de gobierno a menudo conduce a la tentación de robar o desviar el dinero que no se distribuye”, comenta David M. Carter, director del USC Marshall Sports Business Institute.

La corrupción de la última década en las instituciones ha originado que los sponsors se replanteen sus inversiones. “McDonald’s se toma muy en serio los temas de ética y corrupción”, refirió la compañía después de los escándalos de la FIFA. “Adidas está comprometido con crear una cultura que promueva los estándares más altos de ética”.

Si la trampa, el lavado de dinero, dopaje, amaño de partidos, desvío de fondos y enriquecimiento ilícito siguen aliados al deporte, “si se convierte todo esto en un escándalo masivo y se mira que los patrocinadores dan la espalda a esto o como que no lo miran… es probable que el negocio ahora sí se vea afectado considerablemente”, dice David M. Carter, director de USC Sport Business. Cada año genera 700,000 millones de dólares, de acuerdo con un estudio de la UIA, 1% del PIB mundial. “Si hay poca fe en el deporte, las empresas decidirán no estar involucradas”.

En el 2011, cuando Marion ya había salido de su encarcelamiento, asistió a una conferencia de emprendedores en Florida. La ex velocista escribió un libro y decidió ir a diferentes partes de Estados Unidos para dar pláticas sobre su caso, pedir perdón y decir que todos debemos tener una “segunda oportunidad”. Asegura que está reconstruyendo su vida. Sigue cosechando aplausos.

Como aquel día en el que una señora pidió el micrófono y le dijo: “¿Sabes? Yo estaba tan enojada, mi hija y yo teníamos fotografías tuyas pegadas en toda la pared, recuerdo que le dije a ella que tenía roto el corazón y ella arrancó violentamente la foto… sí, la gente comete errores y yo estaba tan enojada contigo… pero ahora que te veo, mi corazón descansa, porque te vemos real, porque podemos sentir tu culpa, tus lágrimas”. El auditorio estalló en aplausos y Marion estalló en lágrimas.

¿Qué es el dolor del alma?, la ciencia dice que lo podemos sentir físicamente: es cuando el estómago y el pecho te aprietan hasta casi asfixiarte. “Second chance (una segunda oportunidad)”, eso repite incansable Marion en sus discursos… Y quizá también el deporte la merece.

Fuente: El Economista