El tiempo se acaba para LeBron, AD y los Lakers


Anthony Davis está jugando a nivel MVP. En el triunfo ante los Memphis Grizzlies, hizo la surrealista marca de 40 puntos y 16 rebotes, siendo la cuarta vez que logra algo así desde que comenzó a usar el uniforme púrpura y oro en 2019-2020. ¿LeBron James? Está de regreso. Eso es una gran noticia. Si las estrellas están bien, entonces… ¿Por qué Los Angeles Lakers siguen en esta tormenta de inestabilidad?

Lo primero que uno piensa es que toda decisión conlleva una responsabilidad. Y un precio a pagar. Desde que Rob Pelinka desarmó el equipo campeón de la burbuja de Orlando, con salidas como las de Kyle KuzmaKentavious Caldwell-Pope y Alex Caruso, entre otros, la franquicia pasó de tener un equipo que defendía con criterio a ser un castillo de naipes que se vuela al más mínimo soplido.

Mientras los Boston Celtics, últimos campeones, poseen una rotación profunda, con cinco jugadores con capacidad de lastimar a distancia como dicta el básquetbol moderno, con un estilo de juego que no depende exclusivamente de nadie para alcanzar los máximos estándares en la NBA, los Lakers, archirrivales, navegan en la irregularidad de las preguntas sin respuesta. Un entrenador novato en JJ Redick, un «robo» de Draft en Dalton Knecht, fuegos artificiales en Bronny James y un coro alrededor de su dúo estelar que no calibra, traen a la mesa dos posibles caminos: golpear el tablero y mover fichas, o bien resignarse a ver como las alegrías se mudan de barrio.

Empecemos por la dupla élite. LeBron James cumplirá 40 años el próximo 30 de diciembre. No sorprendemos a nadie al elogiar a quien es quizás el jugador más completo y resistente de la historia, pero el dios Cronos no perdona a nadie. Ni siquiera a él. Suena absurdo pensar que James puede mantenerse entero, sin fisuras ni grietas, al cierre de la temporada. ¿Es posible que lo logre? Por supuesto. ¿Es probable? En absoluto. Quizás sea por eso que la responsabilidad caiga ahora en La Ceja, un jugador fantástico pero con un historial de lesiones que preocupa. Poner sobre el paño tres cuartos de las fichas en él es, a priori, riesgoso. Es cierto, esta temporada ha jugado los 25 partidos del curso, solo se perdió seis la temporada anterior, pero en 2020-21 no jugó 36 partidos, en 2021-22 se perdió 42 y en 2022-23, 26. Al menos habrá que seguir esta historia de cerca.

Selecciones Editoriales

Lo primero que hay que entender es que los Lakers tienen un problema de armado. La columna vertebral del equipo no funciona. O bien funciona de a ratos, como ocurrió el domingo contra Memphis y como no ocurrió en la lapidaria derrota ante el Miami Heat en el Kaseya Center el pasado jueves. La eficiencia defensiva del equipo de Redick figura vigesimocuarta en la Liga y la ofensiva, decimosexta, tampoco es mucho mejor.

En defensa, lo que ocurre es una mezcla entre calidad y actitud. La primera línea tiene serios problemas para defender el pick and roll, los tiros que reciben son fáciles para cualquier rival NBA. Cuenta Brian Windhorst, en un análisis sobre Lakers publicado en el sitio en inglés de ESPN.com, que, en información dada a conocer por Second Spectrum, los Lakers permiten la tercera mayor calidad de tiro en lanzamientos rivales en ofensiva estacionada. Y en transición, agregamos aquí, la situación no es mejor, dado que ceden 18.1 puntos de contraataques de los rivales y son, en este apartado, la cuarta peor defensa de la Liga.

Las lesiones han sido significativas para este equipo. La sobrecarga a Davis en la pintura tiene que ver también con los faltantes de Jarred Vanderbilt, fuera hasta el 9 de enero por una lesión en el pie, Christian Wood, ausente por una lesión de rodilla hasta el 23 de diciembre, y Jaxson Hayes, día a día por una dolencia en el tobillo. De esos tres, Vanderbilt y Wood aún no jugaron en la temporada y Hayes solo lo hizo 11 partidos. No se espera una modificación drástica al regreso, pero los kilos soportados por el quinteto inicial de los Lakers hoy se pueden pagar más adelante. Posiblemente luego del descanso por el All-Star.

El problema no era Darvin Ham: el problema está en el roster. No es un equipo defensivo ni tiene las herramientas para serlo. Quizás algún cambio le permita al equipo mejorar el juego sin balón en la posición de alero o sumar una tercera espada, pero lo cierto es que todo el optimismo que se tenía en el coro alrededor del dúo estelar parece una serie de ficción.

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Austin Reaves es un excelente jugador, mejoró sus números, pero está dos escalones por debajo de James y Davis. Ayuda, claro, pero no es una estrella. Desde hace tiempo que D’Angelo Russell coquetea con una salida que no se produce, Knecht es una gran apuesta pero no está apto aún para cargarlo de responsabilidad, Rui Hachimura da una mano en el equilibrio, puede anotar, pero atrás deja bastante que desear. El aporte de Cam Reddish es inexistente y Gabe Vincent, que llegó con la ilusión de lo que hizo en el Heat durante los playoffs 2022-23, parece una estafa bien orquestada por Erik Spoelstra y Pat Riley.

LeBron, además, está en un lapsus complejo con el balón en sus manos. En octubre, perdía 3.4 balones por juego. En noviembre, ese número ascendió a 4.2. Y en los cinco partidos que se jugaron en diciembre, 4.6. Es muchísimo, tanto como la cantidad de minutos que está en cancha por juego: 33.6 minutos en octubre, 35.6 en noviembre y 34.6 en diciembre. A este ritmo, solo queda esperar en el porche y dejar que lo evidente ocurra.

¿Qué es lo evidente? La frustración de James. Si la directiva de Lakers no se apura, si no mete un cambio brusco de timón cuanto antes, LeBron, que transita el epílogo de su carrera, lo hará primero. Y esta fiesta de cumpleaños que empezó con Reddick y siguió con Bronny, puede terminar con el agasajado en otra fiesta y los invitados comiendo las sobras en la casa.

No es casualidad que ya empiece a sonar el nombre de James en otras franquicias, como es el caso de Golden State Warriors. Existe la fidelidad genuina y la que se sostiene a base de resultados. El iceberg aún se ve lejos, pero ahí está. La banda toca, los músicos están sobre el escenario, los bailarines sonríen, pero el iceberg se aproxima.

El cambio, dentro de la franquicia o con ayuda externa, es ahora. Dejarlo para mañana será demasiado tarde.

Quedan todos debidamente notificados.


Source: Deportes