El hijo de la maestra María Edelmira y del campesino Carlos Gustavo creció en un rancho de Zapotán, Nayarit, ordeñando vacas, cosechando grano y desgranando maíz. Hasta los 18 años no le llamaba la atención el basquetbol, pero después el viaje de Gustavo Ayón a las mejores ligas del mundo fue rápido.
Se dio a conocer en la preparatoria de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla y continúo en la universidad en la misma institución. Recibió una oportunidad para probarse en la Universidad de San Jose State en California, Estados Unidos, pero no curso más de un semestre por sus pocas aptitudes para el estudio, además de su dificultad para aprender inglés.
A su regreso firmó su primer contrato profesional en 2006 para jugar con los Halcones de Xalapa, Veracruz, donde integró a un equipo invencible en la Liga Profesinoal de Basquetbol de México.
Por eso en el 2010 se fue al Fuenlabrada, jugó tres temporadas en la NBA y, de regreso a España en 2014, se sumó al histórico Madrid de Laso para ganar todo lo ganable.
—¿Usted iba más para jugador de voleibol que de baloncesto?—
“Jugaba a todo como cualquier niño al que le gusta el deporte, pero lo del voleibol nunca fue nada serio. La vocación por el baloncesto fue algo tardía eso sí. Me hice profesional con 21 años, hace apenas 10. Por eso quizá ahora me mantengo con ese deseo de seguir trabajando y mejorando. Aunque tengo 31 años y ya se nota físicamente, pero dentro del basquetbol soy muy joven.
—¿Cuáles son sus primeros recuerdos de basquetbol?—
“Mi primera cancha fue una cancha de cemento en mi pueblo, Zapotán, en Nayarit. El Llanito lo llamábamos. Tenía tableros de lámina y estaba al lado de un lienzo charro o corral de toros para el jaripeo. Para mí aquello es un paraíso. Es un pueblo en los cerros, muy alejado de la ciudad, y se está muy bien conviviendo con los vecinos en la tranquilidad más absoluta. Cuando vuelvo allí sigo siendo uno más de ellos, me comporto como uno de ellos, y eso me encanta. Trato de ayudar a la comunidad haciendo obras con el apoyo del Gobierno. Para mí es importante mantener ese arraigo”.
—¿Cómo ve México desde España?—
“En muchos sitios sale que hay mucha inseguridad y mucha violencia pero no pienso que sea una imagen real. Para mí México es un paraíso en todos los aspectos. La gente de allí es increíble. Cuando me retire y deje de andar por el mundo no tengo pensado ir a ningún otro sitio. Regresaré seguro porque como decimos nosotros: ‘como México no hay dos’”.
—En 10 años de carrera ha hecho un viaje espectacular—.
“He conocido muchos sitios y he tenido muchas experiencias. Diez años se dice fácil, pero hay que vivirlos. Pude cumplir mi sueño y el de muchos otros deportistas mexicanos que no lo lograron. Me tocó a mí, ¡bendito sea Dios!”.
—¿Qué ha aprendido en cada una de las etapas de ese camino?—
“En la primera etapa aquí en España aprendí el rigor del trabajo diario como base para evolucionar y lograr cosas. Ahora sí se tiene, pero antes en México no se tenía esa cultura del esfuerzo, del trabajo, del día a día.
Llegabas tirabas 100 o 200 tiros y nos íbamos para casa. En los partidos era igual… correr y tirar, sin sistemas ni nada. Aquí todo está organizado y hay que entrenar cada minuto al 100 por ciento. Después, en la NBA, lo que aprendí y lo que podría aconsejar a cualquier compañero que fuera a jugar allí es que no hay que permitir que todo lo que rodea a la competición te trastoque. Hay que disfrutarlo en cierta medida, pero no interiorizarlo como un sistema de vida porque te absorbe y te hace perder la cabeza. Aunque no juegues te tratan como una estrella allá por donde pisas y a mí personalmente llegó un momento que me abrumó y me hizo perder el suelo. Si regresara, lo primero que cambiaría sería eso, mantenerme con un perfil bajo, con una vida normal como la que he llevado aquí.
—Este año, su complicada renovación con el Madrid le convirtió en el protagonista del verano.—
“Fue muy complicado llegar a un acuerdo sí, pero al final estoy aquí que es lo importante. No sé si se hizo de la mejor manera o no, pero es la táctica. El club está contento conmigo y yo lo estoy con ellos. Es un honor seguir trabajando en este proyecto. Nunca tuve dudas deportivas y había mil motivos para seguir, pero también había una razón que pesa más que cualquier cosa que es mi hijo Álvaro de cuatro años. Quería estar cerca de él y verlo mucho más durante el año. Intenté buscar un sitio en la NBA pero no se dio donde yo tenía pensado, que era cerca de la frontera con México. Y, después de eso, la opción del Real Madrid siempre fue la prioritaria. Lo solventaré bien porque mi hijo podrá venir con mayor frecuencia y buscaremos la manera de que pueda estar aquí durante algún periodo.
—¿Cuál es la clave de este proyecto ganador con 12 títulos en cinco años?—
“Esto es el Madrid. La propia exigencia diaria te da el hambre para seguir luchando. En un equipo que no está acostumbrado a ganar, se gana una vez y se va el deseo. En el Madrid el deseo no se acaba nunca. Esto es una fábrica de ambición. Día a día se alimenta por parte de jugadores, entrenadores, directivos, afición… En el Madrid hay que ganar siempre o como poco pelear siempre para ganar. Lo primero que te dicen nada más llegar es eso y llega un momento en el que te lo crees y lo haces parte de ti”.
—¿Tienen la sensación de estar haciendo historia?—
“La historia se hizo para contarla con tiempo, no para vivir de ella. La historia no te da de comer ni te mantiene arriba. Cuando nos retiremos ya nos la contarán o la contaremos, pero hay que aparcarla para seguir compitiendo y para seguir escribiendo páginas.