A nivel mundial, sólo la mitad de las mujeres forma parte de la fuerza laboral, en comparación con las tres cuartas partes de los hombres. La participación de las mujeres en América Latina y el Caribe en el mercado de trabajo experimentó el mayor aumento entre todas las regiones a nivel global -de 40 a 54 por ciento entre 1990 y 2013-; pero aún están muy lejos de la participación de los hombres (80 por ciento).
En el informe El Progreso de la Mujeres en el Mundo 2015-2016: Transformar las Economías para Realizar los Derechos, que presentó este lunes ONU Mujeres, pone en relieve las brechas persistentes en las remuneraciones de hombres y mujeres ya que a nivel mundial las mujeres cobran en promedio un 24 por ciento menos que los hombres; en América Latina y el Caribe esta cifra es del 19 por ciento.
Entre tanto, el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado sigue recayendo de manera desproporcionada sobre las mujeres. En los países de la región que cuentan con encuestas de uso del tiempo, se evidencia que las mujeres realizan entre dos y cinco veces más trabajo de cuidado y doméstico no remunerado que los hombres, lo que limita sus oportunidades educativas, laborales y les deja menos tiempo para el descanso, ocio o participación política.
También el documento señala cómo las economías han fallado en garantizar a las mujeres su empoderamiento y el pleno ejercicio de sus derechos económicos y sociales, tanto en países ricos como en los pobres.
Plantea además que la transformación de las economías para lograr que los derechos de las mujeres sean una realidad es posiblemente mediante la formulación de políticas económicas y de derechos humanos que promuevan cambios de gran alcance.
En el texto, ONU Mujeres sostiene que una economía diseñada tomando en cuenta las necesidades de este sector de la población, les proporcionaría igualdad a la hora de injerir en la toma de decisiones económicas: desde la manera en la que se invierte el tiempo y dinero en sus hogares o cómo se reúnen y asignan a nivel nacional, hasta el modo en que se establecen los parámetros económicos más generales por parte de instituciones mundiales.
“Si la economía trabajara para todas ellas, sus opciones en la vida no estarían limitadas por estereotipos de género, estigmas ni violencia, y podrían disfrutar de una independencia económica que les permitiría mantener un estándar de vida decente, desde el nacimiento hasta la vejez”, señaló Luiza Carvalho, directora regional de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe.
“Se necesita con urgencia una agenda transformadora que permita mayor igualdad y distribución para construir economías que funcionen para las mujeres y los hombres por igual. Nuestra región está avanzando, pero requerimos acelerar el ritmo hacia la igualdad sustantiva en los hechos”.
Acompañada por el de superintendente de Control del Poder de Mercado de Ecuador, Pedro Páez Pérez, de la presidenta del Centro para la Autonomía y Desarrollo de los Pueblos Indígenas de Nicaragua, Myrna Cunningham, y de la presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, Lorena Cruz Sánchez, la directora ejecutiva añadió que “las políticas macroeconómicas pueden y deben respaldar el cumplimiento de los derechos de las mujeres, creando economías dinámicas y estables, generando empleos decentes y movilizando recursos para financiar recursos públicos y esenciales. Los gobiernos deben ir más allá de antiguas métricas de crecimiento como el PIB y la baja inflación, y , en cambio, cuantificar el crecimiento en términos de cumplimiento de los derechos humanos”.
En el informe, ONU Mujeres presenta la visión de una economía mundial en que las mujeres tengan acceso igualitario a los recursos productivos como el empleo de calidad, el crédito, la tecnología o la propiedad; a la protección social, incluyendo servicios de cuidado, y que también les garantice ingresos suficientes para lograra un nivel de vida adecuado. “Esta visión eliminaría los estereotipos sobre lo que las mujeres y los hombres pueden y deben hacer y garantizaría que las mujeres puedan trabajar y vivir sin sufrir violencia”.
La Jornada