La fotógrafa mexicana presenta en la CDMX una exposición que invita al espectador a moverse, sentir y redescubrir la imagen desde la corporalidad y la percepción.
La fotógrafa Paola Bárcena Couttolenc presenta en el Museo de la Cancillería de la Ciudad de México, Transitar la imagen: sensualidad y tribalismo, una exposición que redefine la relación entre imagen y espectador. Alejada de los cánones tradicionales del paisaje, su obra parte de la naturaleza para proponer una experiencia sensorial que desafía la mirada inmediata.
“Mi trabajo siempre tiene como punto de partida la naturaleza, sin embargo, trato de separarme de las convenciones tradicionales de lo que es un paisaje. No me gusta incluso mencionar la palabra paisaje porque creo que en ese momento predispones a la gente”, explica.
Con una trayectoria que incluye exposiciones en museos de Puebla, esta muestra representa un parteaguas: no sólo por tratarse de su primera exposición en la capital del país, sino por la profundidad conceptual de su propuesta. La curaduría, a cargo de Ana Catalina Valenzuela —comisaria del Pabellón de México en la Bienal de Venecia—, gira en torno a la corporalidad. Pero no al cuerpo representado, sino al cuerpo que observa: cómo se mueve, cómo se posiciona, cómo reacciona frente a cada imagen.
“Me divierte la manera en la que ellos acaban viendo la obra, porque empiezan a caminar de un lado para otro, lo observan desde puntos de vista distintos, precisamente utilizan su cuerpo”, explica sobre lo llamativo que resulta ver al espectador recorrer las salas.
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(Cortesía. )
“La idea era que las fotografías no se descubrieran de inmediato, que invitaran al movimiento, a la exploración”, explica Bárcena. La artista apuesta por un lenguaje visual que obliga al espectador a detenerse, a ver de lejos, a implicar el cuerpo. Y es precisamente esta lectura —inusual en la fotografía contemporánea— la que convierte su obra en una experiencia más cercana a las artes plásticas que al registro documental.
“No soy una fotógrafa de estudio”, explica la idea de que no tiene control de todos los elementos que configuran el ejercicio fotográfico. “Yo más bien salgo a la naturaleza, hago las tomas fotográficas, regreso con lo que yo llamo “ese primer punto de de partida del trabajo” y, una vez en mi estudio trabajando y analizando la imagen, es cuando descubro estas lecturas, pero lo que más me llama la la atención es que la gran mayoría de las veces mis lecturas no corresponden con las lecturas del del observador”.
Trabajando con equipo técnico limitado pero con una mirada exigente, Bárcena construye cada imagen desde la intuición y la experimentación. Su proceso no termina con la toma: es en el análisis posterior, en el estudio, donde las imágenes cobran vida, se transforman, se seleccionan o se descartan. “Hay fotos que técnicamente son buenísimas, pero como obra de arte no dicen nada. Y esas simplemente no van.”
Uno de los ejes más reveladores de esta exposición ha sido la forma en que el público interpreta su trabajo. Desde asociaciones sensuales hasta lecturas tribales o incluso referencias inesperadas, Bárcena celebra las múltiples interpretaciones como parte esencial de su propuesta. “Entre más visiones genere una imagen, más sentido artístico tiene para mí”, afirma.

(Paola Bárcena Couttolenc)
Esta muestra no solo es una exploración artística, sino también una conquista simbólica. Como mujer artista, Bárcena subraya los retos adicionales que enfrenta en términos de visibilidad y reconocimiento. “Muchas veces una obra acompañada de una foto personal recibe más comentarios sobre la persona que sobre el arte. Eso no le pasa igual a los hombres.”
Actualmente, Bárcena se prepara para una nueva exposición programada para 2026, con obra inédita que profundizará en el diálogo entre cuerpo, imagen y percepción. Mientras tanto, esta exposición confirma que su trabajo no es solo visual: es físico, es conceptual, es profundamente humano.
Paola Bárcena Couttolenc propone una fotografía que no se mira: se experimenta.
Source: Espectaculos