Este 27 de julio, se cumplen 34 años del despiste del vuelo 230 de Aeroméxico al aterrizar en la capital del Estado, en este artículo le narraremos el terror que vivieron los pasajeros al experimentar una turbulenta llegada al Aeropuerto Internacional General Roberto Fierro Villalobos, donde 30 personas perdieron la vida.
Se sabe y de sobra que un momento álgido de cada vuelo es sin duda alguna el aterrizaje, y en este caso se trató de un aterrizaje que de alguna manera acabó mal, es la historia del vuelo 230 de AeroMéxico.
Acercándose en maniobras de aproximación final y aterrizaje viene llegando un aparato bimotor a reacción. Se trata de un DC-9-32 de la aerolínea AeroMéxico cuya matrícula es la XA-DEN y está bautizado como Yucatán, cubre el vuelo 230 procedente del Aeropuerto Internacional Mariano Escobedo de Monterrey, Nuevo León.
Se trata de un vuelo corto, al mando está el capitán Víctor Manuel Ortigosa Mora, de 42 años de edad. Con él está el primer oficial Enríquez Marines, y el resto de la tripulación está compuesta de los asistentes de vuelo Sara Ramírez Alemón como jefa de asistentes, y sus auxiliares Norma Astorga Flores, María Antonieta Cortázar Calderón y Mónica Arenal Orozco, con todos ellos van 60 pasajeros.
Tras un vuelo tranquilo de hora y media los pilotos se ponen al alcance de control de tierra chihuahuense y estos instruyen sobre lo que les espera, y no es nada bueno: hay mal tiempo, mucho nublado, y turbonadas, fenómeno peligroso consistente en vientos violentos que de pronto se forman. La pista asignada era la 35R, los pilotos empiezan a configurar el aparato para aterrizar, encienden los avisos de abrocharse los cinturones para que los pasajeros se aseguren.
Al capitán Ortigosa Mora le hubiera gustado hacer alguna modificación de la ruta para no tener que vérselas con la tormenta pero sintió que no le quedaba opción, así que entre él y su primer oficial Marines aplicaban potencia para compensar los bruscos movimientos del aparato al descender, pero llegó un momento en que las sacudidas eran tales que varios pasajeros se pusieron nerviosos.
El aparato se movía hacia los lados y hacia arriba y abajo, los pilotos luchaban contra eso y además se desató una fuerte granizada. Todo el aparato resonaba y varias mujeres empezaron a gritar, aquellos momentos eran horribles y lo único que querían era estar en tierra.
Con la pista por fin a la vista se espera un aterrizaje difícil, más no imposible, y justo cuando los trenes de aterrizaje tocan la pista pasa lo increíble: un violento viento literalmente los saca de la pista, medio aparato estaba en pista y el resto rodaba por fuera. En un momento dado pasó por una zanja y el avión volcó para acabar partiéndose y estallar en llamas en medio del fuerte aguacero que caía.
En la terminal se encontraba un fotógrafo de el periódico local El Heraldo De Chihuahua de nombre José Luis Domínguez, con él se encontraba su amigo Alejandro y su novia Patricia Burciaga, Domínguez cubría las noticias generadas en ese aeropuerto.
En una entrevista que le realizaron varios años después, recordó que ese día estaba aburrido, no pasaba nada extraordinario y sólo quedaba esperar el consabido tránsito de pasajeros que en ese tiempo se les tomaba fotografías para la prensa, tanto quienes se iban de Chihuahua como los que llegaban de visita, así que, a pesar de la lluvia, se esperaba un día común.
Y entonces, en medio de la negrura de las nubes vieron aparecer a la aeronave dando bandazos como luchando evitar caer, y luego escucharon un retumbo muy fuerte, se había estrellado, Domínguez salió rápido de donde estaba llevando su cámara fotográfica, esperaba ayudar en lo que fuera pero tambien esperaba llevarse varias imágenes del desastre.
Al mismo tiempo los servicios de rescate aeroportuario se acercaban al sitio del desplome, todos trataban de ver qué estaba pasando, en medio de las llamas empezaron a aparecer los supervivientes del aparato, algunos ayudando a otros, los demás corrían y se alejaban lo más que podían del infierno.
Entre lo ocurrido, se logra el rescate del capitán Ortigiosa Mora al igual que del primer oficial Marines de quien se supo estaba muy mal herido.
Cuando las autoridades se enteran que el capitán estaba entre los supervivientes y que estaba relativamente bien intentan interrogarlo acerca de cómo ocurrió el accidente, según estos investigadores les sorprendió grandemente la actitud que el piloto tomó al ser cuestionado, estaba totalmente a la defensiva, en todo momento argüía que sintió cómo fué empujado hacia abajo por un viento que no pudo controlar estando tan bajo de terreno.
Ahora bien, Ortigosa Mora no pudo decir por qué no hizo caso de las indicaciones de torre de control, pues los operadores habían advertido que tuviera cuidado por formaciones tormentosas y que podría hallarse con vientos cruzados tanto lateral como arriba y abajo y que era mejor esperar a que pasara la turbonada, haciendo vuelo en patrón de espera.
Para reafirmar esto, incluso se le confrontó con las grabaciones mismas de la grabadora de voz de cabina de mandos para hacerle ver su error de juicio y de omisión.
Al final el recuento fue de 30 muertos, de éstos 2 eran de la tripulación y el resto los pasajeros, fueron horas amargas de ver cuerpos horriblemente quemados siendo colocados para ser llevados al forense y que fuesen identificados por sus familiares que momentos antes estaban esperanzados en verles y abrazarles.
Hasta donde se sabe el capitán Ortigosa Mora tuvo suspendida su licencia de vuelo durante un tiempo, pero no se supo bien si se le llegó a responsabilizar penalmente por la tragedia. Del primer oficial Marines no se tiene mayor información y para Chihuahua aquello se convirtió en la peor tragedia aérea que tuvo el estado hasta la fecha.
Con información de grandesaccidentesaereos.blogspot.mx