En la UNAM se reunieron académicos de diferentes entidades con el propósito de establecer una plataforma de intercambio de ideas sobre problemas teóricos y metodológicos derivados de las relaciones entre hombres y mujeres en distintos escenarios
Para establecer una plataforma académica donde profesionales de diversas disciplinas intercambien ideas sobre problemas teóricos y metodológicos derivados de las relaciones entre hombres y mujeres y cómo se desenvuelven en diferentes escenarios, se realizó el Primer Congreso Internacional sobre Género y Espacio.
El encuentro es resultado de la colaboración entre los programas universitarios de estudios de Género (PUEG) y sobre la Ciudad (PUEC), el Instituto de Geografía (IGg), la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y la Coordinación de Humanidades de la UNAM, así como de los planteles Azcapotzalco e Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Para Ana Gabriela Buquet Corleto, directora del PUEG, se trata de una iniciativa que promoverá la reflexión acerca de un vínculo estrecho, pero poco evidente: el uso de sitios —tanto públicos como privados— por uno y otro sexo.
Entre los objetivos está generar ideas, compartir avances de investigación, plantear perspectivas e incentivar discusiones teóricas, metodológicas y empíricas a partir de la arquitectura, la geografía feminista, las ciencias sociales y las humanidades.
Confluencia internacional
Para José Omar Moncada Maya, director del IGg, la característica más importante del congreso es la confluencia de académicos de diferentes países para analizar múltiples enfoques desde la base espacial de disciplinas abocadas a los asuntos de género y geografía, y analizará cómo inciden en éstos la arquitectura, la antropología, la sociología y los estudios culturales.
Rubén Ruiz Guerra, de la Coordinación de Humanidades, destacó la importancia de conjuntar expertos que desarrollan investigaciones relevantes en sus respectivas áreas. “En la UNAM, el diálogo es elemento central en la construcción del conocimiento, pues bien empleado es un instrumento de transformación social”, refirió.
Viajeras en un nuevo mundo
En su conferencia magistral, María Dolores García Ramón, de la Universidad Autónoma de Barcelona, habló de exploradoras europeas como Gertrude Bell e Isabelle Eberhardt, que se aventuraron en el mundo árabe en los albores del siglo XX. Su trabajo fue relevante porque sus textos ofrecieron un esbozo de escenarios hasta el momento desconocidos, sobre todo para las mujeres.
En la construcción de la alteridad, el otro es concebido como una entidad externa contra la que nuestra identidad se moviliza y reacciona. Así ellas, al escribir acerca de personas cuya vida transcurría en una lejanía geográfica, plantearon una dimensión espacial intrínseca a cómo los lectores entendieron sus relatos, planteó.
Sobre Gertrude Bell señaló que cobró fama a la par de T.E. Lawrence, mejor conocido como Lawrence de Arabia. Por sus labores de exploración, en 1921 participó en la Conferencia de El Cairo, convocada por Winston Churchill, entonces secretario para las Colonias.
Por su parte, Eberhardt se involucró tanto con Oriente que se convirtió al Islam, integró la cofradía de la Qadiriyya y se casó con un árabe; su biografía está plagada de paradojas, pues por su condición occidental fue expulsada dos veces de Argelia y se vio forzada a trabajar en el ejército francés, aunque por sus publicaciones fue señalada como un peligro para esa nación por cuestionar la misión civilizadora gala, concluyó.
LOS ANIMALES, INDISPENSABLES PARA ENTENDER LA CULTURA MAYA
• Estas criaturas eran intermediarias entre el humano y el más allá, al igual que entre los cielos y el inframundo, señaló Mercedes de la Garza, investigadora emérita de la UNAM
Para los mayas, la fauna era misteriosa, admirable, temible y muchas de sus especies participaban de lo divino, sea como dioses, manifestaciones celestiales o símbolos de diversas ideas, destacó Mercedes de la Garza, investigadora emérita de la UNAM, al participar en el Coloquio Animales, Violencia y Ética.
Al mismo tiempo, los consideraban entes semejantes a los humanos en sus formas y comportamientos, por lo que afianzaron una relación de hermandad con ellos, añadió la exdirectora del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL).
Los veían como especímenes expresivos y establecieron lazos con ellos no sólo de dominio o de sumisión derivada de la lucha por la supervivencia, sino de amistad, amor y parentesco. Para dicha cultura, estas criaturas eran intermediarias entre el hombre y el más allá, al igual que entre los cielos y el inframundo.
Un mundo mitológico
Las deidades mayas tenían rasgos antropomórficos y vegetales; los elementos naturales y los espacios cósmicos, animales. Por ejemplo, el fuego solar era recreado en la guacamaya roja, el colibrí, el venado y el perro, mientras que el jaguar era el sol nocturno, agregó De la Garza en este acto organizado por el Programa Universitario de Bioética.
Por otro lado, las mariposas, escorpiones, arañas y ciempiés, por su proximidad con la tierra, remitían a la muerte, pero otros fungían como compañeros (los búhos eran emisarios del inframundo). Estos seres eran fuerzas tanto benéficas como maléficas; por ejemplo, la diosa de la Luna era representada con enfermedades sobre su cabeza en forma de guacamayas, quetzales o zopilotes rey; en contraste, la serpiente emplumada, dibujada con dos cabezas y patas de venado o lagarto, dio lugar al dragón, deidad suprema.
Uno de sus mitos contaba que el Sol era un anciano que sedujo a la Luna, una bella joven, y de estos amores ilícitos nació un conejo. Desde entonces, en el satélite se ve un roedor. Además, en el Popol Vuh se narra que los primeros hombres, tallados en madera, eran incapaces de pensar y se convirtieron en monos.