México es uno de los peores países en el mundo para ejercer el periodismo. Hasta la fecha hay registro de 104 periodistas asesinados desde el año 2000, y otros 25 están desaparecidos y, se cree, muertos. En la lista de los lugares más mortíferos para ser reportero, México está ubicado entre Afganistán, un país devastado por la guerra, y Somalia, categorizado como Estado fallido. El año pasado fueron asesinados once periodistas mexicanos, la mayor cifra durante este siglo.
Marzo ya fue el peor mes desde que hay registros, Siete periodistas fueron baleados en todo el país en marzo y tres de ellos murieron. Fueron asesinados afuera de sus casas, sentados en sus autos, saliendo de un restaurante o mientras hacían un reportaje, por hombres armados que desaparecieron sin dejar rastro. Los motivos detrás de los asesinatos varían: hay matones de carteles del narcotráfico molestos por una cobertura audaz en su contra, hay funcionarios públicos corruptos que quieren silenciar a los críticos.
El gobierno federal ha establecido de manera reiterada que los delitos contra los periodistas no son ataques a la libertad de expresión
Los investigadores federales han revisado 117 casos de asesinatos de periodistas desde el 2000, pero solo decidieron investigar ocho. De esos ha sido resuelto uno. La Suprema Corte de Justicia de la Nación emitió una decisión en marzo que dicta que todos los delitos contra los periodistas deben enviarse a los tribunales federales. “En Veracruz es muy fácil matar periodistas”, dijo Jorge Sánchez Cerezo, cuyo padre, Moisés, fue secuestrado y asesinado hace dos años.
Cientos de periodistas han sido puestos bajo protección gubernamental en años recientes. Ninguno de ellos había sido asesinado, hasta julio de 2016. El periodista de nota roja Pedro Tamayo Rosas. Después de varias amenazas de muerte, funcionarios gubernamentales habían ayudado a Tamayo y a su familia a huir de Veracruz. Seis meses después, sin trabajo y nostálgico, regresó y le dijo a sus amigos que prefería morir en Veracruz que vivir en Tijuana. Como sucede con muchos casos, no se sabe quién ordenó el asesinato de Tamayo. Los amigos del reportero piensan que los carteles estuvieron involucrados. El hecho de que puedan ser responsables del homicidio el gobierno y la delincuencia organizada —o ambos— refleja la crisis existencial a la que se enfrentan los reporteros en México.
Información NY Times
Source: Mexico