Así es un laboratorio de fentanilo del Cártel de Sinaloa

Acábabamos de ingresar al laboratorio de fentanilo cuando el cocinero vertió un polvo blanco en una olla llena de líquido. Empezó a mezclarlo con una batidora de inmersión y de la olla surgieron vapores que inundaron la diminuta cocina.

Vestíamos trajes de protección tipo hazmat y máscaras de gas, pero el cocinero solo llevaba un cubrebocas quirúrgico. Él y su ayudante habían llegado hasta aquí con prisa para atender un pedido de 10 kilogramos de fentanilo. Si bien a nosotras una sola inhalación de los químicos tóxicos podía matarnos, nos explicaron, ellos ya tenían tolerancia a la droga letal.

Sin embargo, el cocinero se dio vuelta.

“Ahora sí me pegó”, dijo, con aspecto aturdido. “Necesito salir a que me dé el aire tantito”.

El joven salió del lugar rápidamente.

En septiembre se desató una guerra al interior del cártel de Sinaloa en México. En los meses subsiguientes, los enfrentamientos entre las facciones rivales han aterrorizado al estado noroeste de Sinaloa, lo que ha dejado a cientos de muertos y causado daños por miles de millones de dólares, según afirman líderes empresariales. El gobierno mexicano ha respondido enviando a un contingente de militares y realizando una serie de detenciones.

Después de que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, amenazara con imponer aranceles si el país no detenía el cruce de drogas por la frontera, las fuerzas de seguridad de México anunciaron este mes su mayor incautación de fentanilo en la historia: 20 millones de dosis de la droga.

Los grupos delictivos han tenido que ajustarse a las nuevas condiciones en el terreno. Temiendo redadas de las fuerzas del orden o ataques de sus rivales, dicen que están moviendo sus laboratorios con más frecuencia de lo habitual y produciendo drogas en nuevos lugares.

Y aún así, incluso en medio de la guerra total y una intensa presión gubernamental, los cárteles de México están experimentando un boyante negocio con el fentanilo.

Nosotras —dos periodistas de The New York Times y una fotógrafa—llevábamos meses intentando acceder a un laboratorio de fentanilo operado por el Cártel de Sinaloa, el cual según el gobierno estadounidense es responsable en gran parte del producto que inunda Estados Unidos. Pero cada vez que estábamos cerca de lograrlo, algún estallido inesperado de violencia desbarataba nuestros planes.

Cuando llegamos a Culiacán, la ciudad capital, en septiembre, una furgoneta apareció junto a una avenida con al menos cinco cadáveres dentro. Nadie en el lugar sabía a qué facción del cártel habían pertenecido los hombres ni quién los había matado. Esa noche, escuchamos disparos justo fuera de nuestro hotel; el descubrimiento de los cadáveres al parecer había desatado enfrentamientos entre grupos rivales. La situación era demasiado insegura como para poder ir al laboratorio.

Información tomada de Agencia Reforma


Source: Mexico