Nayi no podía creer a sus familiares cuando le dijeron que su tía Evelia, mujer maya de 39 años, estaba a punto de ser liberada del Centro de Reinserción Social (CERESO) de Tekax, en mayo del 2019, tras pasar ahí 10 años injustamente, acusada de homicidio en razón de parentesco.
El día de la liberación, junto con su hijo, primas, madre y abuela, preparó un pastel, huevos con frijol y escabeche. En cuanto Evelia pisó nuevamente su casa, Nayi salió a su encuentro y no escatimó en gritos de emoción, llanto y abrazos.
“Fue un momento de paz. Lloramos pero no de tristeza, sino de alegría. Cuánto tiempo yo venía de trabajar desde Cancún y cada fin de semana la iba a ver al penal un rato. Al principio me acompañaba mi hijo, pero cuando creció venía yo sola porque el pasaje es mucho. Y cuando ella lo vio ese día no podía creer que mi hijo ya estuviera tan grande”, contó.
Esos momentos no podían ser más diferentes a los recuerdos de Nayi de la última vez que vio a Evelia en libertad. Aquel sábado de julio del 2009 la joven estaba preparándose para irse a trabajar a Playa del Carmen, Quintana Roo, cuando uno de sus parientes le avisó de un incidente en casa de su tía.
Evelia se había desmayado tres veces y aunque para ella todo lo que ocurrió después sigue siendo borroso. Su madre le contó que se cayó boca abajo y “salió un bebé”. De acuerdo con lo que la propia mujer relató, desconocía estar embarazada tras haber sido víctima de violación.
En medio del caos, las familiares solicitaron a un amigo que las llevaran al Hospital Comunitario de Peto con todo y el producto.
Cuando la madre de Evelia llegó al nosocomio le dijeron que su hija “era una asesina”, había “matado a su bebé” y por ello fue trasladada al Ministerio de Tekax. Acompañada por algunos familiares, se movió a ese recinto, pero al llegar el personal negó tener documentos sobre el caso y aseguró que Evelia no estaba ahí.
“Mi abuela ya estaba desesperada, no le habían dicho dónde estaba su hija. Regresaron a la casa a comer algo y unos judiciales [vestidos de civiles], vinieron a decir que mi abuela tenía que ir a firmar un papel para que dieran de alta a Evelia. Mi abuela, sin comer nada, se fue a Peto. Pero no dejaron que nadie más que ella, esos señores y el doctor que la atendió pasaran. Firmaron unos papeles, agarraron los dedos de mi abuela y los pusieron en los papeles. Ahí decía que aceptaba la culpabilidad de Evelia, pero esos señores dijeron que se iban a llevar a mi abuela para firmar unos papeles y que su hija saliera”, detalló Nayi.
Sin tener certeza de lo que ocurriría, la madre, hermanas y sobrina de Evelia abordaron un vehículo que las llevó al CERESO de Tekax. En la puerta permanecieron esperando bajo la lluvia.
“Y entonces vimos que la llevaron esposada, sin sandalias. Ella acababa de pasar por todo y estaba lloviendo, y así la bajaron. Mi abuelita se quitó sus sandalias y se las dio, pero las mujeres policías dijeron que no, que era una asesina y no merecía nada. No le dejaron ponerle las sandalias”, contó Nayi.
No supieron nada de Evelia en los siguientes nueve días. Cuando por fin pudieron verla, notaron marcas y moretones en sus brazos. Además, no hablaba para nada.
Buscaron explicaciones para reparar la situación legal de la mujer, pero nadie les brindaba información sobre el caso. Incluso una persona se presentó en el domicilio familiar bajo el argumento de ser un “licenciado” de Tzucacab que les asesoraría para conseguir la libertad de Evelia. En cada visita exigía sumas de dinero para realizar “trámites”, pero nunca se vieron avances en el caso.
El colmo fue cuando el sujeto les pidió 15 mil pesos para seguir el proceso. “Dijo que si no teníamos el dinero vendiéramos algo, pero no teníamos nada más que las hamacas y la ropa”, comentó Nayi.
No reunieron el dinero y desistieron en los esfuerzos para intentar liberarla. En el 2014, Evelia presentó una apelación y le redujeron dos años y medio de cárcel.
Le notificaron dos días antes de concretarse la liberación. Lo primero que hizo fue regresar a la casa familiar. Aunque fue complicado, un par de meses después consiguió trabajo, pero solo duró un par de semanas ahí. Después una mujer que trabajaba en el reclusorio la localizó y le ofreció empleo, un puesto en el que está contenta.
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Source: Mexico