De México a Brasil, el mayor número de individuos forzados a moverse de su territorio pertenece a comunidades originarias, afirmó Katherine Isabel Herazo González, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM y primer lugar en el V Concurso de Tesis sobre América Latina y el Caribe 2013 —convocado por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC)—, en la categoría Doctorado.
En su trabajo para obtener el grado, Los que huyeron (jataveletik). Representaciones sociales y derechos humanos de los indígenas desplazados, la universitaria argumenta que estos movimientos cambian a medida que las fuerzas sociales y los poderes hegemónicos y contrahegemónicos entran en tensión.
Esta situación se extiende a países de la región por los conflictos comunitarios, políticos y económicos. El fenómeno se empieza a presentar como una forma de ganar guerras internas, es decir, el desplazamiento se vuelve una estrategia político-militar.
Esto se puede ver en Chiapas, con el movimiento zapatista; en Nicaragua, con los miskitos; en Colombia, con los nasas y embera katios, o en Perú, con los ashánincas, cada uno asociado a un proceso sociopolítico, refirió la egresada del Programa de Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL).
También hay otras poblaciones desplazadas no indígenas; sin embargo, la investigación apuntó a este núcleo por ser, históricamente, el más vulnerable.
“A nivel micro, mi idea fue resaltar cómo se experimentan las garantías individuales en estas comunidades, qué tan vulnerables son y estudiar sus representaciones sociales en el rubro. Eso demostró por qué persiste el debate sobre su violación y vulneración”.
Trabajé con población tzotzil y tzeltal. En la primera, su lengua no tiene palabras para designar a los derechos humanos. Ése fue el primer dilema epistemológico, porque los conciben como algo lejano y venido de Occidente. Desde su cosmovisión, estos no sólo son construidos por la normatividad o regularización humana, sino que existen otros de índole consuetudinaria, basados en usos, costumbres y maneras de entender la realidad, explicó.
Esta noción se afianza en su afinidad política, como ejemplifica el grupo de la sociedad civil Las Abejas, que defiende su tierra, autonomía y territorio, pero pacíficamente. Al desplazarse, los elementos éticos y religiosos juegan un papel fundamental.
“Su estilo de cohesión y de vivir comunitariamente les permite generar redes de apoyo, muy importantes al moverse de sitio”.
Acerca del título de su tesis, la académica expuso que para estos pueblos chiapanecos el término desplazar no existe y quienes lo hacen son descritos como los que huyeron. “La forma de nombrar al mundo revela una particularidad al concebirlo; para ellos, quienes partieron fue por miedo, terror y hostigamiento”.
La investigación rescata la historia y voces de quienes se vieron obligados a abandonar su sitio y establece que los derechos humanos son un pilar por el cual luchar.
“Si alguien se desplaza no sólo pierde su tierra, sino su trama social e historia, lo que provoca una desestructuración de identidades. Además, para los indígenas la relación con su territorio es sagrada”.
El premio
Para Herazo, el reconocimiento implicó un trabajo tanto individual como colectivo, en el que intervinieron los profesores que la formaron y los desplazados que aportaron su testimonio.
Un premio de este tipo revela el interés de la Universidad por evidenciar realidades opresivas y denunciar situaciones injustas. En ese sentido es relevante dar foco a investigaciones que busquen la transformación social, dijo.
“En lo personal, es una satisfacción que se galardone a un esfuerzo de años, pues es un tema que abordé desde antes de la maestría y que continué en el doctorado”, concluyó.