Los atentados terroristas del pasado viernes 13 en París no sólo acabaron con la vida de las mexicanas Michelli Gil Jáimez y Noemí González Villanueva, también han afectado a miles de mexicanos que viven en la ciudad de la luz, quienes han sido sometidos a múltiples protocolos de seguridad hasta en las propias universidades en las que estudian, reportó Excélsior.
Francia es el tercer destino del mundo al que los estudiantes mexicanos prefieren viajar, sólo por detrás de España y Estados Unidos.
Si antes de estos hechos violentos para la mayoría de los jóvenes ir a Europa para cursar una maestría o doctorado ya representaba un gran desafío por tener que enfrentarse a otro idioma, a una cultura distinta, a un extremoso clima y hasta a la discriminación, ahora también entre sus principales retos está acostumbrarse a vivir “en un estado de emergencia” por la actual amenaza del Estado Islámico que representa la crisis de seguridad más grave a la que París ha estado sometida desde la Segunda Guerra Mundial.
En 2013, la encuesta de Movilidad Estudiantil Internacional de México, Patlani, calculaba en mil 600 los estudiantes mexicanos en Francia.
En años recientes, muchos de los mexicanos al cruzar el océano se sintieron a salvo y creyeron que habían recuperado la seguridad y libertad por alejarse miles de kilómetros de la guerra contra el narcotráfico que se libra en México; sin embargo, en una sola noche su realidad cambió. Otra vez se sienten vulnerables y con miedo.
“Es como decir que no existe un lugar inmune en el mundo, eso es lo que más te marca. Europa para nosotros era un lugar donde nos sentíamos seguros y pensábamos que ya podíamos olvidarnos de la violencia”, comenta Olga Aranda para Excélsior, quien en 2010 viajó a París para estudiar una maestría en Escuela Nacional Superior de Creación Industrial y decidió quedarse a radicar en el viejo continente por la calidad de vida que le ofrecía la ciudad de la luz.
ParanoIa
Antes de los atentados, cualquier estudiante mexicano tenía la libertad de asistir a los seminarios que se impartían en sus centros de estudios si se exponía algún tema relacionado con su tesis o su formación académica, así no estuvieran inscritos en éstos.
“Ahora los estudiantes extranjeros deben enviar a las autoridades de las instituciones los horarios de clases y de seminarios al menos con tres días de anticipación, que luego son enviados a la policía, y si los alumnos no están en lista, no podrán pasar. Deben de llegar también con mucho tiempo de antelación al que requiere su dinámica estudiantil y estar preparados para un cateo y revisión de documentación”, asegura Laura Trejo, investigadora y autora del libro Crisis y transición. Proceso de cambio en un grupo de estudiantes mexicanos en Europa.
Laura Trejo ha tenido contacto con estudiantes de doctorado que están prácticamente paralizados a raíz de los tiroteos en París, que dejaron 130 muertos.
“Te comentaba que acababa de recibir el mail de una doctora que está terminando sus estudios. Y me escribió que en este momento no salía, que no tomaba el Metro y que iba a la Biblioteca Nacional, sólo cuando era muy necesario, porque la situación era de una tensión insoportable”, explica Trejo.
Olga Aranda, quien vive en el Distrito 11, uno de los sectores vulnerados por el Estado Islámico el viernes 13 de noviembre, modificó su rutina diaria.
“Yo me estuve yendo caminando al trabajo, y evitaba subir al Metro y recorrer las cuatro estaciones que son de mi casa a la oficina. Mis amigos, por ejemplo, están tomando Uber para todo, así sea que vayan muy cerca”, acepta Olga.
David Silva, originario de Chihuahua, confiesa que cuando estaba viendo la transmisión en vivo de los atentados, sintió el mismo temor que en su tierra natal de poder quedar atrapado en un tiroteo en cualquier momento.
La tensión ha sido tan fuerte en París, que al domingo siguiente de los ataques de los yihadistas, Olga y David, que asistieron a la Plaza de la República a dejar una ofrenda a las víctimas, sintieron que se iban a morir ese día.
“Hubo un sonido de explosión por la electricidad, pero el ruido provocó que la gente corriera como loca y nosotros también salimos corriendo detrás de ellos. Nos metimos un susto; yo, en ese instante, no tenía duda de que había pasado algo y que nos estaban atacando por todos lados y sólo pensaba en esconderme. Me entró la psicosis”, narra Olga.
David Silva, quien llegó a París hace siete años por un intercambio del Tecnológico de Monterrey a la Escuela Nacional Superior de Mecánica y de Aerotécnica y eligió quedarse a trabajar como ingeniero mecánico en Francia, no duda en irse de esta ciudad si la situación después de estos tres meses de estado de emergencia declarada por el presidente galo François Hollande, empeora.
“Me tocaría empujar la fecha del regreso”, afirma David.
Vivir en Francia
Las razones más poderosas para vivir en Francia, de acuerdo a los mexicanos entrevistados, eran la seguridad y la calidad de vida que ofrecía el primer mundo, pues el invierno y el trato de los franceses hacia los mexicanos, muchas veces discriminatorio, son desafíos que constantemente se están enfrentando.
En la investigación sobre la crisis que enfrentan los estudiantes mexicanos de posgrado y doctorado en Europa, que Laura Trejo realizó durante seis meses en la Casa México (una residencia para jóvenes nacionales) en París, se documentó que un mexicano que viajó un viernes a Francia el lunes ya estaba de vuelta en México, porque la ciudad de la luz le parecía muy fría, lluviosa y gris, y prefirió renunciar a la beca argumentando que el clima le había parecido intolerable.
También existen algunas costumbres aceptadas en México que los europeos critican y las consideran carentes de guiones para el comportamiento público, como hablar fuerte, empujarse o decir malas palabras, sin mencionar que la sociedad del viejo continente no es muy cálida como la latina y mucha gente discrimina a los jóvenes que lucen un físico diferente, de acuerdo a la investigación de Laura Trejo.
“Sobre todo los parisinos no son muy gentiles con los extranjeros. Recuerdo una vez a un estudiante de doctorado, una persona que admiro y respeto mucho, cuando le hice la entrevista. Le pregunté: ‘bueno, y qué tal te ha ido’. A lo que me respondió: ‘qué no me ves la cara, soy totalmente mexicano, no me quieren, me maltratan, pero ya estoy acostumbrado’”, recuerda Trejo.
Sin embargo, después de los atentados, también los mexicanos en París han visto modificar las actitudes de la sociedad francesa.
“Eso que te dicen que los parisinos son fríos es cierto. Es gente que no habla mucho de su vida privada, nosotros los mexicanos, a la primera reunión ya estamos contando todo. Con mis compañeros de maestría, tuvieron que pasar más de seis meses para que pudiéramos hablar de algo distinto que no fuera de clases, pero con esto de los atentados me tocó ver a gente llorando, que tuve que abrazar, cuando ellos ni en los cumpleaños ni en la Navidad se abrazan”.