“Invisible Islands” es un proyecto del artista e ingeniero canadiense Sébastien Pierre, que ha creado redes locales, con ayuda de hardware libre, en las que los usuarios pueden compartir información a través de los códigos QR instalados por las calles. Nadie monitorea la actividad de los ciudadanos en estas islas alternativas a internet. Una singular forma de concienciarnos: si los gobiernos nos espían y las empresas se quedan con nuestros datos, ya es hora de que comencemos a manifestar nuestro desacuerdo.
Ciudad de México, 11 de mayo (SinEmbargo/ElDiario.es).- Aunque sabemos que la Agencia Nacional de Seguridad Estadounidense espiaba masivamente a través de internet, que el “big data” nos controla, que vendemos nuestra privacidad al diablo firmando términos y condiciones o que gigantes como Facebook o Google tienen problemas con la Unión Europea a cuenta de nuestra privacidad, la mayoría nos quedamos sentados frente a nuestras pantallas sin pensar demasiado si podríamos crear una internet en la que nuestros datos dejen de ser el negocio de alguien.
“Internet es útil para muchas tareas, pero ya no es un lugar seguro”, defiende el artista interactivo e ingeniero informático Sébastien Pierre. El canadiense cree que todos deberíamos de dejar de mantener una actitud pasiva después de saber que nuestra información está siendo monitoreada y registrada, que nuestra privacidad se ha perdido en internet. Por esta razón ha desarrollado “Invisible Islands”, un proyecto artístico basado en islas de privacidad: redes wifi locales, invisibles para los espías y las grandes corporaciones.
Los usuarios solo pueden tener acceso a ellas explorando el espacio físico, a través de los códigos QR instalados por las calles a las que llegue la señal, que representan visualmente a las tradicionales URL. Si un usuario capta la señal wifi de la isla, tiene que encontrar un código QR y escanearlo para poder acceder al contenido de la red que otros usuarios han subido (fotografías, vídeos o páginas web) y para poder compartir los suyos.
Una singular forma de representar cómo se puede crear una red anónima (el software que Pierre ha desarrollado no monitorea a los usuarios), alternativa a internet (los que acceden a esta red se despiden de Google) y localizada en una zona concreta (las redes locales, creadas a través de wifi o Bluetooth, son las que han permitido que en “la revolución de los paraguas” de Hong Kong los manifestantes se comunicaran a través de Firechat , una app que funciona sin acceso a internet).
Aunque los códigos QR sean a estas alturas una antigüedad, la importancia de la obra de Pierre no es el medio, sino el mensaje. “No se trata solamente de hacer entender a la gente el problema de privacidad, sino también de darles una forma de dejar de ser pasivos, de involucrarse y buscar soluciones”, reivindica Pierre. ¿Qué pensarías tú si te conectas a una red pública llamada Island con tu móvil, te dicen que tienes que buscar un código para navegar y encima te encuentras con que no vas a poder entrar en Twitter? El afán de Pierre es precisamente provocar al visitante.
Por el momento, este artista ya ha presentado y puesto en práctica sus islas invisibles en la Bienal de Arquitectura Multimedia de Dinamarca el pasado mes de noviembre, con la colaboración de la Universidad de Aarhus. “Una de las partes importantes del proyecto es crear un puente entre lo físico y lo digital”, explica este artista. Cuando la “smart city” se ha puesto de moda (al menos, de cara a la galería), el proyecto de Pierre quiere unir la tecnología con los ciudadanos, pero sin mediación de poder alguno.
Intervenir en el espacio urbano es tarea de todos. Algunos optan por pintar grafitis para reivindicar la importancia de Edward Snowden o incluso colar un busto de su figura en el parque a la memoria de los caídos de Nueva York, y otros, como Sébastien Pierre, por fundir arquitectura, tecnología y activismo. Muchos de los asistentes a la Bienal se interesaron por su original invento. “Me sorprendió que mucha gente era consciente de la importancia de la privacidad y estaba preocupada por ello. Se interesaron por la idea de una red desconectada y querían saber cómo podría funcionar, cómo podrían ellos mismos ponerlo en práctica”, nos explica este artista.
INGENIERO QUE CRITICA… CIUDADANO QUE HA DE REBELARSE
“El Ingeniero Crítico considera que cualquier tecnología de la que se depende constituye una amenaza y una oportunidad. Cuanto mayor es la dependencia de una tecnología, mayor es la necesidad de estudiar y exponer sus entresijos, independientemente de su autor o disposición legal”. Esta es una de las máximas del Critical Engineering Manifesto (El Manifiesto del Ingeniero Crítico), un texto firmado en 2011 por tres artistas interactivos en el que se defiende que cada avance tecnológico es un reto para el alfabetismo tecnopolítico.
“El manifiesto es una gran inspiración para “Invisible Islands”, especialmente en la noción de apropiarse de la tecnología, de preguntarse por las dependencias de la tecnología: nosotros usamos internet, pero no somos capaces de reproducir internet por nosotros mismos”, nos cuenta Sébastien Pierre.
Por ello, este artista ha querido crear estas islas con una tecnología asequible, que los visitantes sintieran cercana. Una Raspberry Pi, una de las plataformas más famosas dehardware libre, se conecta con una batería (que incluso puede ser autónoma con un pequeño panel solar) y un adaptador wifi para crear una red con una cobertura de entre 20 y 30 metros.
Todos podemos crearnos una isla invisible. El activismo tecnológico puede comenzar por nosotros mismos. “Gracias a Raspberry Pi y al hardware de bajo costo es posible crear redes locales sin la necesidad de grandes corporaciones. Es un gran cambio, significa que podemos crear nosotros mismos, como ciudadanos, redes de intercambio de información sin estar siendo espiados”, defiende este artista.
LA RED QUE HAY QUE BUSCAR
En Aarhus, Pierre enseñó a los asistentes cómo utilizar sus islas para que interactuaran con ellas y puso en funcionamiento tres, que, según nos cuenta, ha dejado allí para los ciudadanos. Instaló una en el parque Molleparken, en frente de la biblioteca pública. Las esculturas del lugar fueron la superficie elegida para albergar los códigos QR, que encerraban información sobre la historia de la biblioteca. Cualquier usuario puede subir otra información. Al fin y al cabo, la libertad de expresión ha de ser la clave de la red.
Incluso un grupo de “boy scouts” daneses trasladó una de sus islas al campo, y creó un juego: esconder los códigos QR en árboles que después escaneaban para acceder a la red y descargarse las pistas para poder concluir el recorrido. La tecnología les permitía comunicarse entre ellos y también con el medio físico sin estar controlados por nadie.
Pierre expondrá el próximo mes de septiembre sus islas en un barrio en Montreal, la ciudad donde reside, y en noviembre en Liverpool. Para acercar a sus vecinos, está creando una historia: los códigos QR servirán para acceder a los secretos del lugar, a los nombres de los árboles, a vídeos con entrevistas de los vecinos. El medio físico puede encerrar inesperados mensajes virtuales.
“También queremos a la vez que la gente añada su historia, añada fotos y texto y no sean solamente visitantes pasivos, sino también actores en la experiencia”. Al final en su red, como en internet, los ciudadanos pueden aprender lo desconocido y enseñar lo que otros desconocen.
La reflexión puede ser el primer paso para la acción. “La base del proyecto es hacer pensar a la gente. ¿Por qué están creando esta red tan extraña que está desconectada? ¿Por qué no puedo acceder a Google y Facebook? Haciendo algo diferente y permitiendo esa privacidad de la información es como la gente puede hacerse preguntas”. Si la gente que participa en su isla se queda interrogándose sobre los porqués, Pierre cree que su proyecto artístico habrá servido para despertar en cierta medida a las mentes enganchadas a internet.
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